En Google y YouTube aparecía en una gran variedad de intervenciones dialécticas en las que, con voz pausada y convincente, explicaba sus teorías para triunfar en los negocios. Hoy, la mayoría de vídeos han desaparecido y al ‘clicar' su nombre aparece con mayor profusión un Diego Torres que es cantautor argentino.
La relación
Fue en ESADE donde el Torres que hoy declara en Palma conoció a Urdangarin. El primero era profesor de la asignatura de Consultoría Estratégica y, el segundo, uno de sus alumnos. En 2003 ambos fundaron el Instituto Nóos. Urdangarin ponía la imagen y Torres era el experto en cuestiones técnicas.
En 2006, el Rey, alertado quizás por tres reportajes aparecidos en la revista El Siglo y por una pregunta que se hizo en el Parlament sobre un pago de 1,2 millones a Nóos por parte del Govern, obligó a Urdangarin a dejar la presidencia del instituto. Pero todavía no se había movido ninguna pieza a nivel judicial. Torres presidía Nóos y seguía gozando del prestigio que le daba ser profesor de ESADE y amigo del Duque, que había fijado su residencia en Washington.
Han pasado sólo dieciocho meses desde que el juez Castro abrió la pieza secreta de este caso y, en este tiempo, Torres ha perdido todo su prestigio. Puede decirse, si jugamos con el título del libro de Fernando Arrabal, que la torre ha quedado herida por su relación con el Duque.
Ruptura
Una relación que desde hace meses es la de una ‘guerra' abierta. Pero la ruptura real se produjo en 2008. El primer dato al respecto lo dio el empresario valenciano Miguel Zorío cuando declaró al fiscal Horrach que «Torrres e Urdangarin discutieron por diferencias irreconciliables. Urdangarin decía que Torres le robaba y por su parte Torres decía que Urdangarin no trabajaba». El 26 de febrero del año pasado, cuando vino a declarar a Palma, el Duque confirmó al fiscal lo dicho por Zorío.
Torres ha declarado hasta hoy sólo una vez ante el juez. Fue el once de julio de 2011. Se limitó a defender la legalidad de los dos convenios que Nóos firmó con el Govern, no implicó en ningún momento a Urdangarin ni aportó documento alguno. Pero es evidente que los los tiempos han cambiado y que aquella antigua relación de amistad era en realidad un juego de intereses. Por lo tanto, hoy puede ser otra historia.
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