Como manda la tradición, muchas personas se acercaron a la playa.

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En varios frentes de la bahía de Palma, un año más se celebró la Nit de Sant Joan, una noche mágica, además de la más corta del año, donde los humanos, a través de diversos rituales, tratan de volatilizar los ‘malos rollos’, peores augurios y todo aquello que influya negativamente tanto en su cuerpo como en su alma. Para ello buscan la proximidad del agua, en la que terminarán sumergiéndose envueltos en los rayos de la luna, espléndida en estos días y otro elemento mágico que se suma a la fiesta. De ahí que anoche las playas, no sólo de la bahía, sino de toda la Isla, se vieran hasta los topes de gente de todas las edades, credos y condiciones sociales. Y es que la Nit de Sant Joan es para todos. Incluso para los que no creen en ella, pero a quienes la curiosidad les puede y que seguramente quedarán también atrapados por las luces de las hogueras y los sonidos de la música y el mar.

La fiesta, que comenzó al atardecer y que llenó las playas con más gente que nunca, se prolongó hasta bien entrada la madrugada, y para algunos hasta el alba, a pesar de que hoy es lunes, día de trabajo, pero... ¡qué más da! Noches de Sant Joan solo hay una a lo largo del año, y si cayó en domingo, pues mala suerte.

En Can Pere Antoni, más abarrotada que nunca, la Platja de Palma, en Can Pastilla y en el Coll d’en Rabassa, antes de que cayeran las primeras sombras de la noche, comenzó a llegar el gentío. Incluso algunos de los que habían pasado el día, entre sol y baños, se quedaron a disfrutar de la velada. Así, poco a poco, lo fueron disponiendo todo sobre la arena: una mesa para cenar, otra para depositar la cena traída de casa en tupper y fiambreras, sillas, toallas para secarse después del baño... Algunos, además, rodearon con velas el pequeño territorio playero que se habían autoadjudicado, que encendieron con la llegada de la noche; velas encendidas sobre las que muchos saltaron, porque cuentan los que más saben de hechizos y magias de noches mágicas, como la de anoche, que saltar el fuego mata la maldad, o cuando menos la erradica.