José María Rodríguez durante una reunión de la junta territorial del PP de Palma. | Joan Torres

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Los rodriguistas observan expectantes el lío de Aina Aguiló (mano derecha de Mateu Isern en la pasada campaña electoral a las generales) por el caso Pepitogrillo. Pese a ser gente curtida en cien batallas, están inquietos. Detrás de Aina se huelen mucho movimiento. Ven a la exdiputada como un ariete que mueven otros para colocarse en pole de salida cuando llegue el congreso para conformar la nueva Junta Territorial de Palma. Ahí está la madre del cordero. Como es lógico, no hay fechas. Ya se sabe: primero el congreso nacional, que depende de un Rajoy que no sabe si habrá nuevas elecciones, luego el regional...y así hasta llegar al de Palma. Nos vamos al año que viene, pero todo el mundo afila las bayonetas. Aquí no se cede ni un palmo de poder a la espera de que la izquierda se pegue el trompazo en las autonómicas y locales del 2019 como ya ha ocurrido otras veces.

El comité de Derechos y Garantías, que comanda Antoni Deudero (Hablan las Bases) va a por Aina. Y muy en serio. Estilo 'Los Siete Magníficos' al galope. Los rodriguistas, que también tienen gente en este Comité, dejarán hacer, «pero sin despeinarse, sin quemarse en el envite. Quieren apartar a Aina pero sin convertirla en una nueva Juana de Arco, calcinada en la hoguera de las vanidades». Están convencidos de que a Aguiló «la manejan otros», que puertas afuera se muestran molestos y se desmarcan delos picotazos de Pepitogrillo, pero que internamente saben que hay que remover muchas cosas para desbaratar a la potente organización rodriguista. Todos miran hacia San José María, que ya había anunciado su voluntad de retirada. Pero últimamente está cambiando de opinión. «Si el PP-Palma ha de tener un congreso plácido y sin lío interno, Rodríguez se irá. Pero si se presenta otro candidato con posibilidades de hacer pupa, volverá a presentarse a presidente del partido en la capital. Que nadie lo dude. Y además, arrasará sin contemplaciones, como en los buenos tiempos».

Esa decisión entraña presentar antes batalla en el congreso regional. Eso significa buscar un candidato de consenso con Hablan las Bases y con los grupos que permanecen afines a José Ramón Bauzá. Los rodriguistas pretenden así desgastar a los regionalistas, o en último extremo, pactar con ellos para que no les hagan la puñeta en Palma. En este caso, san José María se retirará y dejará paso a sucesor para presidir el partido en la ciudad, que por derechos dinásticos ha de ser Álvaro Gijón (si acepta) o incluso Andreu Ferrer según como se desarrollen los acontecimientos y los proyectos de futuro de Alvaro.

Pero si Rodríguez comprueba que Francesc Fiol se pone en pie de guerra con el apoyo de Mateu Isern para ser candidato, entonces José María se olvidará de lo que pone el DNI y volverá a presentarse. Es como un conjuro mágico, creen los suyos. Un rival «hostil» le quita treinta años de encima. Así están las cosas. Y en este contexto hay que comprender los movimientos de Aina Aguiló, sus reuniones con afiliados en la periferia de Palma, sus movimientos reclamando democracia interna y su contundencia y decisión después de que le hayan abierto dos expedientes disciplinarios. Aina se siente con las espaldas protegidas. No está sola ni es débil. Es un ariete de combate.