Imagen de archivo de una asamblea de MÉS. | Jaume Morey

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MÉS debate este sábado si da luz verde a su entrada en la lista de Podemos y EU en las próximas generales. Todo apunta a un «sí» condicional, sobre por parte del PSM, meollo ideológico y de estructura política de la organización. Los más entusiasmados son los excomunistas de Iniciativa, los David Abril, Josefina Santiago, Miquel Rosselló... cuyas diferencias ideológicas con Podemos son pequeñas, sobre todo entre los jóvenes de esta organización.

Con el PSM ya hay más reticencias, pero son todas ellas superables. Este partido busca un acuerdo «honroso». Es decir, el número tres de la lista al Congreso y algún puesto pole al Senado. «No pedimos demasiado», dicen algunos de sus miembros. La política no es una ciencia exacta. No es seguro que los cerca de 35.000 votos de MÉS en las pasadas generales vayan a sumarse mecánicamente a los 110.000 de Podemos y a los 10.000 de EU. Pero si ello se produjese, esta nueva coalición podría convertirse en la primera fuerza de Balears, alcanzando el tercer diputado y, tal vez, un senador más por Mallorca y otro por Menorca, «como mínimo». Se trata de un bombón demasiado dulce para que MÉS se eche atrás, teniendo en cuenta además de que no quedan ni cinco céntimos en caja para presentarse en solitario para encima quedarse a la intemperie.

El PSM quiere superar los fracasos del pasado. Desde los años ochenta jamás han podido romper la dinámica de miles y miles de ciudadanos que en las elecciones autonómicas votan nacionalista pero luego en las generales depositan papeletas en clave estatalista. «Los ciudadanos comprenden que en Balears se eligen pocos diputados y creen que si mandan un solitario nacionalista en Madrid no podrá hacer literalmente nada». Por eso hace doce años el PSM se lanzó a la estructuración del Bloc, consciente de que necesitaba otras fuerzas de apoyo.

Pero el factor decisivo, el clave, para esta confluencia con Podemos es otro: «es la sensibilidad hacia el derecho a decidir que demuestran Pablo Iglesias y sus compañeros. Estamos seguros de que nos sentiremos a gusto con ellos en Madrid, aunque en algún momento acordemos desmarques tácticos». Ahí radica el cambio copernicano de poder pactar a gusto con dirigentes madrileños. «Antes resultaba utópico creer que nos entenderían. Ahora, no». El desarrollo de los pactos de Podemos con los valencianos de Compromís, los gallegos de las Mareas o incluso los entendimientos de Podemos con independentistas navarros y vascos «pesan mucho».

El acuerdo final está en manos de Podemos. MÉS no puede acercarse más sin perder la dignidad. Mientras, los nervios son para el PSIB-PSOE, que ve como se está articulando todo un movimiento de unidad de izquierdas delante de sus propias narices mientras su secretario general, Pedro Sánchez, está enamorado de Ciudadanos.

En el PSIB saben que en las próximas semanas tendrán que trabajar como posesos a pie de calle y con el mono de trabajo puesto, de barriada en barriada y de pueblo en pueblo, para evitar un castañazo y salvar los muebles. Las cosas han cambiado. Antes la marca PSOE se vendía por sí sola, mejor que la Coca-Cola. Ahora no. En la actualidad hay que sudar cada voto y cada apoyo, con inteligencia, con una estrategia bien estructurada y, sobre todo, generando ilusión.