Euforia en el PP balear en la noche electoral. | Teresa Ayuga

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Es una ley política, tan eterna como la presencia de los humanos sobre la Tierra: la prepotencia se paga, y a menudo muy cara. En cambio, la sencillez y la humildad se premian. Comencemos por el PP Balear de Miquel Vidal: A veces son torpones y en ocasiones parece que no dan la talla. Pero han aprendido a ser humildes, a no mirar por encima del hombro a nadie, a saber escuchar. Por eso este domingo cosecharon un resultado más que notable. En cambio, en los tiempos de Matas y de Bauzá pecaron de altivos y chulescos, entre grandes objetivos. Y lo pagaron en las urnas.

Por contra, Units Podem Més parecía que se iba a comer el mundo, y al final se han quedado como estaban, sin que les sirviera prácticamente de nada la incorporación de Més y EU. ¿Por qué? Parecía que se iban a comer el mundo. Y eso fue aprovechado con extraordinaria habilidad por el PP, que supo alimentar el voto del miedo mientras se hacían los corderitos. Biel Barceló, líder de Més y del PSM, tiene que hacerse mirar porqué su alianza con los podemitas, a la que en teoría aportaba casi 35.000 votos y que al final se debieron quedar en cuatro gatos de apoyo, dejando a Antoni Verger otra vez sin escaño. ¿Ha habido no-voto de castigo de bases pesemeras descontentas hacia la cúpula y, sobre todo, hacia su secretario general, Biel Barceló? Tendrán que analizarlo.

Otro factor a tener en cuenta es el abuso del concepto sorpasso, que incluso ha arrastrado a los demoscópicos, que han vuelto a equivocarse clamorosamente. Este vocablo italiano se inventó en 1976, cuando el partido comunista estuvo a punto de superar a la democristiana (no lo logró). En consecuencia, es un concepto fracasado en esencia que, curiosamente, hizo escuela en la España predemocrática de aquel año. Y en 2016, la utilización del sorpasso se ha demostrado nefasto porque es otra expresión de prepotencia. Los socialistas han sabido ser humildes. En Balears Podemos ya había superado al PSIB en diciembre, pero hasta hace pocos días ya se hablaba de que casi los borrarían del mapa. No ha sido así, ni mucho menos. Francina se ha asentado como presidenta del Govern.

Y en el conjunto de España, el PSOE ha resistido con creces el embate de Pablo Iglesias. Ni sorpasso, ni gaitas. La prepotencia ha perdido ante la humildad, en todos los órdenes. Y eso va a permitir a Mariano Rajoy poder volver a formar Gobierno. En minoría, con dificultades, pero seguirá en Moncloa porque no tiene sustituto. No hará falta Gobierno de coalición con el PSOE. Ni eso será necesario. A lo sumo podrá imponer un acuerdo con Ciudadanos, partido ahora en recesión. La gente ha votado calma y los socialistas (sobre todo en Madrid) son conscientes de que la gente sabrá valorar un desbloqueo de la actual situación. No queda otra.

El electorado premia la humildad. Ayuda a quien parece vencido y frena al que hace ver que se comerá el mundo. Por eso Rajoy ha mejorado resultados, por eso Sánchez ha resistido el embate podemita, por eso se mantiene, aunque con muchas dificultades, la situación política. En política a menudo la actitud es más importante que las ideas y la sencillez más fuerte que el más sólido de los programas electorales o la más grande de las realizaciones.

Grandes capitanes generales del PP como Matas o Bauzá han acabado en la nada. Hombres y mujeres próximos, aparentemente limitados y campechanos cosechas grandes cantidades de votos. Y con la máxima expresión de la inteligencia: convertir las virtudes del rival en sus defectos. Podemos tenía que cambiarlo todo a base de frases muy bien construidas. Pero los peperos transformaron los mensajes podemitas en clarines del miedo. Por eso han vencido. Y como remate les ha ido de perlas el Brexit británico, que ha producido auténticos temblores, en Balears y en el conjunto de España. Este 26-J la gente votó con la barca zozobrando. No estaba ni para experimentos ni para altiveces.