Miquel Vidal junto al ahora investigado por la corrupción en la Policía Local de Palma Álvaro Gijón. | Joan Torres

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El PP-Balear ha entrado en fase de letargo indefinido. A pesar del calor reinante (y no sólo veraniego, sino de corazones heridos) en la sede de Palau Reial los pocos que acuden parecen osos polares hibernado. La poca tropa popular que por allí pulula mira a Madrid y ve que el bloqueo a Rajoy va para largo. Huelen terceras elecciones. Eso quiere decir que el ansiado congreso regional, que conllevará el nuevo reparto de poder, no será posible hasta el verano del 2017. Y tal inmensa de mora produce mucho sueño. Biel Company, líder natural de los regionalistas, sigue sin moverse. Se comenta que tantea fuerzas, pero con tanta lentitud que ya parece una moviola atascada.

El propio presidente, Miquel Vidal, sonríe a todo bicho viviente que se le acerca. Como siempre. Pero sus respuestas parecen bostezos. Si le cuentan algún asuntillo un poco complicado, enseguida delega en su secretario general, Sebastià Sagreras, que es el único que menea el cuerpo un poquito (sin pasarse, naturalmente). ¿Y que decir del resto? el coordinador del partido y asesor a sueldo del Consell, Biel Matas, se ha fundido. Ignoran su paradero. No saben si se fue a veranear a Marte y se ha quedado allí. No saben nada de él ni en la sede ni en la institución insular.

Lo mismo puede decirse de Joan Jaume, coordinador de campaña y también asesor a sueldo del Consell. Hay apuestas sobre si se ha ido a vivir dentro de un submarino. Algo parecido les pasa a algunos diputados, antaño puntas de lanza implacables. Es el caso del exvicepresidente Antonio Gómez. Se esfumó el pasado junio durante la campaña electoral. Ni fue a recibir a Rajoy a Sóller...«y aparte de un par de compromisos ineludibles...nunca más se supo. Como diputado trabaja muy poco», comentan en las arcadas de Palau Reial.

¿Y que decir de los rodriguistas, en fase de depresión lacrimógena tras la aplicación judicial de medidas cautelares a su Papa negro san José María? Se han volatilizado. Su fortín, que era la planta baja de la sede, parece el desierto de la película Lawrence de Arabia. El único que aparece es Paco Frau, eterna mano derecha de Rodríguez. Paco llega, se mira los periódicos y se va. Eso es todo. Sólo queda la telefonista de la recepción.

No hay fuerzas ni para el cuchicheo. Los pocos que tienen humor para hablar afirman que «menos mal que hay letargo, porque conforme a lo acordado por Rajoy con Rivera y de acuerdo con el código ético del partido, a José María habría que pedirle el carnet y a Álvaro Gijón llamarle la atención por haber pedido un certificado de aforado al Parlament. ¿O no se había acabado esconderse tras los aforamientos».

Pero esas cosas se dicen con la boca pequeña. «Nadie moverá un dedo contra los cerebros del rodriguismo porque nadie va de pelea ni de armar gresca sin saber qué pasará en los madriles, ni cuando habrá presidente, ni si será otro del PP que no sea Rajoy, ni si votaremos con el turrón en la boca» ,

Y mientras, Maria Salom se va a la Carrera de San Jerónimo a comprobar cómo huele la cocina; Teresa Palmer se ha montado en el globo del Congreso y parece que se ha olvidado de dónde está la sede del partido en Palma. Y Miquel Vidal respira tranquilo, porque lo único que escucha a su alrededor son los ronquidos de la calma interna.