Baltasar Picornell en el Parlament. | Jaume Morey

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Por primera vez desde el 123 antes de Cristo, cuando Cecilio Metelo fundó Palma, una asamblea de representantes de los baleares quedó este martes presurizada al vacío por orden del president del Parlament, Balti Picornell, que se transformó en el Rey Baltasar por imperativo del pacto de izquierdas. Nadie (y menos de Podemos) había expulsado jamás a periodistas y convertido una sesión de la cámara del pueblo en secreta.

Pero Balti lo hizo por amor, salvó políticamente la relación sentimental entre la consellera Patricia Gómez y el director general Juli Fuster, jefes indiscutidos de Salut. Y ya se sabe que el amor acaba siempre triunfando.

Este martes era un día bonito para el Rey Baltasar. Cumplía un mes en el cargo, iniciado el pasado febrero, en el Día de los Enamorados. Hizo honor a tal dictamen del destino.

Todo empezó porque el PP había presentado una moción exigiendo que se cumpliese la Llei de Transparencia en el caso de Juli Fuster, director general del Servei de Salut y compañero sentimental de la consellera de Salut, Patricia Gómez. Es un caso espinoso.

Que Patricia sea la consellera y Juli el director general es una decisión de Francina Armengol para que el Govern cumpla con su cupo de mujeres, cuando «todo el mundo sabe que el conseller de verdad es Juli», según se comentaba por los pasillos de la Cámara. La petición envenenada de los 'pérfidos peperos' suponía, en la práctica, una crisis de gobierno caso de que Juli tuviera que ser desplumado. Y ya se sabe que Salut es un departamento con más pinchos que un cactus. Cabe recordar que hace unos días, por ejemplo, dimitió la gerente de Son Espases en circunstancias no del todo esclarecidas y con los sindicatos manteniendo las uñas afiladas contra ella.

Con el objeto de parar la carga pepera, y teniendo en cuenta que Podemos se debate en estos momentos entre su ética exacerbada y la necesidad de aguantar el pacto de izquierdas, surgió una idea-contramedida: llevar a debate una moción para tratar el explosivo asunto del diputado del PP Álvaro Gijón, liado actualmente en problemas judiciales. Así un clavo taparía otro clavo, igual como un amor tapa otro amor, según el célebre poema de Manuel Machado.

En este ambiente enrarecido, Balti, el apóstol de la luz y los taquígrafos desde sus tiempos de batallador antitaurino, tuvo una visión luminosa, jamás acontecida: echar a los periodistas de la Cámara, cortar el circuito cerrado de televisión de las salas anexas y forzar la retirada de ambas iniciativas, con lo cual salvaba la relación Patricia-Juli aunque fuese quemando el cartucho Gijón, que salió indemne, cual pájaro cantarín en noche de enamorados.

Los concentrados en el Parlament quedaron boquiabiertos. Las batallas de los televisores, mudas, comenzaron a vomitar nieve gris. Parecía como si la Cámara, espejo de la transparencia según la ideología pregonada por el Rey Baltasar, hubiera entrado en una era oscura y tenebrosa.

Más tarde Balti pidió disculpas. Pero ya se veía el alcance de la jugada. Era un pacto de Podemos con el resto de la izquierda para salvar a Juli. Quedo sellado en la práctica que en el Govern pueden haber parientes sentimentales con la bendición del presidente del legislativo.

Pero ahí estaba Xelo, dura y firme como un palo. «Baltasar se ha puesto firmes y ha degradado el puesto que ocupa. Yo jamás habría aceptado una componenda de este pelaje. Podemos no nació para armar montajes a espaldas a la gente, si no para todo lo contrario. Sin transparencia Podemos no es nada, por eso me echaron». afirmaba Xelo Huertas, la presidenta-expulsada y degradada, ahora a diputada rasa.

«Un president de Podemos tiene que ser leal a sus convicciones hasta el último momento o en la práctica deja de serlo. Conmigo no habrían podido montar este número derechista y reaccionario», se explayaba Xelo, indicando que «Baltasar sabe perfectamente lo que ha hecho. Que no se haga el ingenuo. Ya no es un niño. Tiene 39 tacos».

Y mientras, el Rey Baltasar, con su camisa azul, sus impecables vaqueros Levi Strauss azules y sus zapatillas deportivas de marca se fue un rato a descansar a su despacho presidencial.

Ahora ya sabe lo que son los compromisos políticos y la esclavitud de los pactos. En todo caso, logró que venciera el amor. Patricia y Juli, forever.