Sebastià Roig, de pie, explica las características de la prueba minutos antes de empezar. | Jaume Morey

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Conseguir la nacionalidad española es un objetivo prioritario para muchos extranjeros residentes en las Islas. Puede obtenerse de muchas formas, pero una de las condiciones indispensables para que los residentes es presentar los diplomas del Instituto Cervantes, que demuestran el grado de integración del solicitante en el país.
Estos diplomas se consiguen mediante dos exámenes: el primero es la prueba de conocimientos constitucionales y socioculturales, el llamado CCSE, que evalúa el conocimiento de la Constitución y de la realidad social y cultural española, que se hace el último jueves de cada mes en el Edifici Sa Riera, además de en diferentes academias.
El segundo es el Diploma de Español como Lengua Extranjera, DELE. De este último, el nivel mínimo para optar a la nacionalidad es de A2 y están exentos los extranjeros que provengan de países donde el castellano sea la lengua oficial.

Sebastià Roig, director de Centro Internacional de Estudios de Español de la UIB, asegura no hay un perfil predominante entre los extranjeros que se examinan: «Para el DELE, la nacionalidad es muy heterogénea, aunque quizá haya más alemanes. En la prueba CCSE hay muchas personas de habla hispana. Entre los de habla extranjera, hay predominio de africanos». En cuanto a género, el número de mujeres y hombres está nivelado.
La edad media de los candidatos oscila entre los 30 y los 40. Según Roig, «algunos de los extranjeros que se presentan llevan muchos años en el país, incluso han estudiado aquí, pero es más rápido para ellos hacer el examen que convalidar los estudios, ya que pueden tardar dos años».

El precio de los exámenes DELE oscila entre 90 y 140 euros, mientras que la tasa del CCSE es de 85 euros.
La afluencia es alta: durante el año 2016, y sólo en la UIB, hicieron el examen de CCSE 796 personas, 583 de ellas en Mallorca, 102 en Menorca y 111 en Ibiza. En lo que va de año, ya se han examinado 304 personas en las Islas, un número alejado de las 450 personas que se habían examinado el año pasado por estas fechas.

Según Sebastià Roig, los alumnos no se quejan habitualmente, pero si reciben alguna «siempre suele ser sobre los contenidos, el ritmo y las expresiones de los audios». Al ser un título oficial de idiomas, el Instituto Cervantes propone todo tipo de acentos en los audios de examen. Los que más cuestan son, según el director, «el canario y los hispanoamericanos, porque la vocalización es diferente».