Mae de la Concha. | Gemma Andreu

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Mae de la Concha ha dado por fin el paso y anunciado que se presentará a la secretaría general de Podemos en Balears. De hecho, el pablismo isleño se lo estaba pidiendo desde mediados del pasado mayo. La diputada por Menorca ha esperado hasta el momento más oportuno y, por fin, ha cruzado el Rubicón. Llega para frenar el trotskismo desbocado de Laura Camargo, que avanza espoleada por los segmentos anticapitalistas de Madrid, ahora enfrentados con Pablo Iglesias, que apoya la entrada de Podemos en el Gobierno de Castilla La Mancha y en otros ejecutivos autonómicos.

La ventaja de De la Concha es su experiencia. Acaba de cumplir 63 años y vivió intensamente la Transición. Algunas informaciones la sitúan a mediados de los años 70 trabajando como administrativa en el famoso despacho de abogados laboralistas ligados al PCE, donde la ultraderecha hizo una carnicería en enero de 1977. A principios de los ochenta Mae recaló en Menorca, donde fundó una librería. Su regreso a la política vino con la irrupción de Podemos y su llegada como diputada al Congreso.

Esa experiencia de De la Concha puede ser clave en la actual coyuntura podemita en Balears. Sa el terreno que pisa. En los setenta la izquierda que salía de las catacumbas tuvo que encajar un ataque de fiebre ultraizquierdista que le hizo más daño que casi cuarenta años de persecución de la policía franquista. El PCE, que había llevado el peso de la lucha contra la dictadura, era tachado de 'revisionista', 'entreguista' y hasta 'reaccionario por los izquierdosos de nuevo cuño, que exhibían un purismo ideológico que acabó tornándose veneno puro.

En la actualidad, cuatro décadas después, nada queda de aquellas organizaciones trotskistas o maoísas que daban mucha más caña y segaban la hierba bajo los pies al PCE que a la derecha. El resultado final es harto conocido: desaparecieron pronto aquellos grupúspulos acostumbrados a liarla parda entre sus 'afines' ideológicos. Y en cuanto al PCE, ya se sabe: Difunimado y archivado dentro de Izquierda Unida. El pragmatismo progresista se fue al PSOE y allí se quedó hasta el 15-M del 2011, en los tiempos en que Zapatero y Rubalcaba perdieron los papeles, cuando parte del alma de la izquierda gestó el nuevo Podemos, obviamente también arrastrando la mochila del acné ultraizquierdista.

De la Concha tiene la edad exacta para gozar de la perspectiva de los desbarajustes que pueden llegar a producir las guerras internas desaforadas y marcadas por una visión obtusa y adialéctica de la política. En los años setenta tenían la edad actual de Mae los que habían defendido a la República durante la guerra civil. De ellos aprendió los desastres que puede llegar a producir el sectarismo de caperuza roja. En 1937, en plena guerra civil, al gobierno republicano se le abrieron dos frentes. El de la lucha contra el franquismo y sus aliados nazis alemanes y fascistas italianos, y el interno, cuando en Barcelona, base de la retaguardia republicana, trotskistas y una parte de los anarquistas se liaron a tiros con los partidos que defendían la legalidad republicana. Fue un desastre. De los grupos que armaron el lío interno en aquella Barcelona bombardeada por los aviones de Mussolini la historia casi no ha dejado ni rastro.

Han pasado ocho décadas. Ahora todo se resuelve por la vía del diálogo y, en último extremo, por la judicial. Pero la habilidad de algunos por armar jarana de manera constante, permanente y obsesiva continúa, con inquina sorprendente. Afirman representar la esencia de la izquierda y en realidad se transforman en aliados objetivos de la derecha. En sus juguetes.

El reto que tiene ahora Podemos es demostrar si es capaz de gobernar instituciones, de si entre el cielo y la tierra es capaz de saber poner los pies en el suelo y mantener la esperanza de su electorado, de trabajar para articular una alternativa de cambio entendiéndose con otras fuerzas de izquierdas.

Todas las disfunciones que ha padecido el Pacte en Balears llevan el sello de Camargo. El último, el de la ley de alquiler turístico, roza la chirigota de un dibujo animado de Tom y Jerry. También su 'manifiesto' en contra del desdoblamiento de la 'carretera de la muerte' Llucmajor-Campos tiene más trampas que el coche de James Bond. Su objetivo no es verde ni de proteccion del territorio, sino que busca debilidar a sus compañeros de Podemos en el Consell, que han logrado que el Pacte funcione.

En este contexto, Mae de la Concha ha presentado su candidatura a la secretaría general. A principios de octubre se habrá despejado la incógnita. Esta vez Camargo tiene ante sí una candidata capaz de plantarle cara, con la memoria nítida y con perspectiva de futuro. Y con Pablo Iglesias e Ïñigo Errejón a su lado. Camargo aún puede armar mucho follón en los próximos meses. Pero esta vez es posible la victoria de la cultura de la experiencia. Va a ser la confrontación de la memoria contra el olvido.