El alquiler de habitaciones a turistas ha permitido a este hombre seguir adelante.

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Tras el alquiler vacacional hay historias muy diversas, testimonios que muestran una realidad distinta al simple enriquecimiento, a la oportunidad de negocio, al ingreso extraordinario. La crisis ha llevado a muchas personas a agarrarse a ello como único ingreso. Es el caso de un extrabajador del sector turístico, un hombre que llegó a alcanzar puestos directivos dentro de una conocida cadena hotelera y que hoy, después de un negocio frustrado, alquila las habitaciones de la casa en la que vive para poder comer.

Esta semana se cumple un mes de la entrada en vigor de la ley turística. Este propietario es una de las muchas personas que, pese a ello, han optado por arrendar, actuar en contra de la ley. No quiere revelar su nombre, pero sí contar su historia, «que es la de muchos», dice. No quiere poner en riesgo su presente, su futuro, su pan diario, pero su testimonio es otra de las caras de la realidad.

Este ciudadano recuerda que el alquiler vacacional «ha existido siempre. Revisando los datos, desde mediados de los ochenta, podemos decir que siempre ha habido más turistas que camas. ¿Dónde dormían?, ¿en la playa?, ¿te imaginas cientos de miles de turistas durmiendo en la calle?». En este sentido, va más a allá, y asegura que «en el sector se sabía y se sabe que, cuando había overbooking, muchos de esos turistas eran realojados en los apartamentos que tenían en propiedad los mismos hoteleros».

Por todo esto no duda en ser crítico con el sector. «Los hoteleros están dormidos y, pese a ello, nunca han tenido un año malo. El alquiler vacacional no les hace daño». Por su experiencia profesional, en Mallorca y en otras ciudades, opina: «Lo que sucede ahora no se ha visto nunca». El alquiler vacacional «no es competencia para los hoteleros. La gente que viene a mi casa, no es gente que esté interesada en ir a Magaluf o el Arenal».

En primera persona

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Este hombre comparte su propiedad desde hace unos años con el turismo. Salió del sector hotelero para montar su propio negocio, pero la crisis acabó con él. Tuvo que hipotecar hasta en dos ocasiones su casa. «Tenía que pagar a todo el mundo».

En algún momento pensó en venderla, pero un amigo le aconsejó alquilar la casa. Como profesional del sector, supo moverse y utilizó las plataformas para buscar clientes. Obtuvo la licencia de vivienda vacacional y llegó la primera petición. Allí llegó la segunda parte de su problema: «¿Y dónde dormía yo?»

Tras pensarlo mucho, «opté por alquilar las habitaciones». Lleva varios años con esa práctica que «no es legal, lo sé, pero no puedo prescindir de ello. No tengo trabajo».

Entiende que su actividad no es del agrado de otros, pero pregunta: «¿A quién le gusta que gente que no conoces de nada esté en tu casa, duerma en tu cama, use tu baño? Y luego limpiar sus cosas. No es un hotel. El hotelero no duerme en el hotel, tiene su casa. Yo tengo que dormir allí». Tiene más de cincuenta años, ha conseguido algunos trabajos, pero está parado.

¿Se puede vivir sólo de alquilar habitaciones? «Si yo no tuviera las cargas económicas que tengo, creo que sí». Él sobrevive con ello.