Los resultados del estudio han permitido comprobar los efectos directos e indirectos de la pesca de arrastre sobre las especies, causados por dos efectos antagónicos relacionados con la calidad y la cantidad de alimento disponible.

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Un estudio científico ha determinado que la pesca de arrastre no incide únicamente capturando peces y especies bentónicas, sino que también modifica las relaciones depredador-presa, cambia la dieta de algunas especies comerciales y afecta a su condición corporal.

Estas son las principales conclusiones de un estudio realizado por investigadores del Instituto Mediterráneo de Estudios Avanzados (IMEDEA-UIB/CSIC), del Instituto Español de Oceanografía (IEO) y otros centros europeos, publicado recientemente en la revista «Scientific Reports», ha informado el IEO en un comunicado.

Según los investigadores, los efectos secundarios de la pesca de arrastre deben tenerse en cuenta en la aplicación de medidas de ordenación pesquera como la reducción o el desplazamiento del esfuerzo pesquero mediante áreas marinas protegidas o vedas temporales, que pueden tener efectos inesperados tanto sobre las presas bentónicas como sobre sus depredadores.

Destacan que estas consecuencias deben evaluarse cuidadosamente y adaptarse a los escenarios locales para garantizar la eficacia de las medidas de ordenación pesquera.

Los científicos han podido demostrar cómo la eliminación de competidores con dietas similares por parte de la pesca de arrastre, tanto de la misma especie como de otras, y la disminución de sus principales presas, modifican la dieta de las especies comerciales, afectando a su condición corporal.

La condición corporal indica la cantidad de energía almacenada por un individuo y puede considerarse una medida de los sucesos físicos y biológicos que le han ocurrido a un pez durante algún período de su vida.

Los resultados del estudio han permitido comprobar los efectos directos e indirectos de la pesca de arrastre sobre las especies, causados por dos efectos antagónicos relacionados con la calidad y la cantidad de alimento disponible.

Por una parte, la pesca de arrastre provoca la eliminación de la biomasa total de los consumidores bentónicos, aumentando la disponibilidad neta de las presas para el resto de los individuos y por otra induce un cambio en la composición y abundancia de las presas bentónicas a través de los impactos físicos de los artes de pesca sobre los fondos marinos.

Dependiendo cuál de estos efectos sea más dominante, las consecuencias de la pesca de arrastre en relación a la disponibilidad de presas, y por tanto, al consumo de estas, pueden ser positivas o negativas, y pueden provocar una mejor o peor condición corporal de las especies explotadas.

El estudio se ha llevado a cabo en dos zonas del Atlántico norte, el mar de Irlanda y el estrecho de Kattegat sometidas a gradientes de pesca de distinta intensidad, y las especies estudiadas han sido la solla (Pleuronectes platessa), la lenguadina (Limanda limanda); y la cigala (Nephrops norvegicus).

Han analizado si la disponibilidad de presas aumentaba o disminuía en relación a la distinta intensidad de arrastre, así como muestras de músculo de las tres especies y contenidos estomacales de las dos especies de peces planos.

Los resultados muestran que, en el estrecho de Kattegat, la pesca de arrastre afectó principalmente a la biomasa de los consumidores bénticos, lo que redujo la competencia. Por el contrario, en el Mar de Irlanda, la intensidad de pesca tuvo un efecto negativo sobre las presas bentónicas y provocó una disminución de la condición corporal.

Según el estudio, frecuencias de pesca de 5 arrastres por año pueden mejorar la disponibilidad de alimentación y la condición de los individuos de solla y cigala en el estrecho de Kattegat, pero en el mar de Irlanda, la frecuencia de pesca no debería ser superior a 4 arrastres por año para evitar efectos negativos sobre la dieta de la cigala y en su condición corporal.