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Lo del PP de este fin de semana tenía que haber sido la nada, unos hilillos de congreso, un simple trámite administrativo propio de un registrador de la propiedad que pone su casa a nombre de otro.

Pero a Alberto Núñez Feijóo le dio la pájara e hizo como el mariscal francés Grouchy en Waterloo con las consecuencias por todos conocidas. Ese no atreverse a atreverse de Feijóo pasará a la historia como uno de momentos estelares de la humanidad ‘popular’, algo que los militantes del PP recordarán casi tanto como aquel otro del «ni tutelas ni tu tías» de cuando Manuel Fraga registró la propiedad a nombre de José María Aznar.

Aznar fue el gran ausente y el gran presente del congreso en un suerte de gato de Schrödinger popular que no se sabe si está o está. No estaba, pero sí estaba Pablo Casado, así que por momentos aquello pareció un remake de ‘Regreso al futuro’, con el nuevo presidente del PP haciendo de viejo presidente del PP a lo Marty MacFly, en un complicado bucle espacio temporal que devuelve a los ‘populares’ al pasado mientras intentan avanzar hacia el futuro. Un lío, vaya.

Ahora que el PP es muy español y mucho español, van los ‘regionalistas’ de Balears y se lanzan de cabeza a copar puestos en Génova 13, para disgusto de José Ramón Bauzá, que se autoproclamó ganador del congreso en un sonado tuit, y que aún confía en pillar una silla de vicepresident, según confesión de uno de sus colaboradores.

Si Núñez Feijóo hizo de Grouchy, Bauzá hizo de Napoleón, porque cuando Casado mencionó en su discurso a Balears, el senador se puso en pie ante 2.000 compromisarios y de esta guisa se giró y saludó al auditorio para pasmo de la delegación balear.

Los ‘populares’ de las Islas se fueron de cena el viernes con la seguridad de que Casado contaba con ellos y el sábado por la noche se fueron de cena con el nuevo presidente de la formación, así que no es extraño que Gabriel Company haya ganado peso (político) estos días. El PP se ha pasado un fin de semana sentado en un metafórico diván preguntándose «qué me pasa, doctor».

Ahora ya lo saben: les pasaba que eran de derechas, pero no se habían dado cuenta. Están más tranquilos ahora que saben que el aznarismo no estaba muerto; estaba de parranda.