La Imprenta Nueva Balear comenzó como una fábrica de naipes. | Teresa Ayuga

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Entrar en la Imprenta Nueva Balear es como retroceder 100 años en el tiempo, pero al hacerlo de la mano de los últimas tecnologías da como resultado uno de los establecimientos emblemáticos de Palma. Sus dueños quieren compartir esta experiencia con sus clientes y antes de Navidad tienen la intención de hacer ‘show printing'.

Roberto Aguiló, propietario de la imprenta, recuerda que comenzó siendo una fábrica de naipes de capital alemán en 1913, pero como tenían que sellarlos en Madrid no era rentable y pasó a ser imprenta en 1921. Su familia la compró en 1917 porque se enteró de que los propietarios tenían deudas de electricidad; su bisabuelo trabajaba en la compañía eléctrica.

Roberto precisa que como los operarios estaban muy especializados para hacer las cartas, realizaban un trabajo muy escrupuloso y eso les dio prestigio. Primero hacían litografía y posteriormente tipografía.

La imprenta nunca ha dejado de funcionar, ni durante la Guerra Civil, aunque sí se vio afectada por los cortes de luz; solo había en algunos momentos de la noche, cuando aprovechaban para trabajar.

Roberto recuerda que al principio hacían la revista de moda de zapatos llamada ‘Moda y línea'; suponía el 80 % de su trabajo. En los años 70 dejó de hacerse y tuvieron que prescindir de personal. Sin embargo, nunca se han planteado cerrar y decidieron especializarse en los carteles de fiestas y eventos. Después se centraron en los folletos para hoteles, cajas de envoltorios para frutos de la Isla, cosmética, etc. El propietario destaca que en los últimos diez años han vivido una crisis muy fuerte, «la tecnología nos hizo mucho daño, pero nos hemos adaptado. Se ha pasado del papel a la tablet y de esta al móvil. El papel se consume mucho menos que hace 20 años», confiesa.

En este punto, explica que ahora se dedican más a las celebraciones. «Utilizamos tecnologías modernas combinadas con técnicas antiguas», explica Roberto. Su hija Belén, responsable del estanco y administración, añade que «los clientes buscan algo personalizado en papel, es una tradición entregar la invitación físicamente».

Ahora está al frente del negocio la cuarta generación, ya que Roberto se jubiló hace dos años, cuando cumplió 70; llevaba trabajando desde los 17 años, aunque a los 12 ya cogía papel detrás de la máquina.

Entre sus clientes, cuentan con familias enteras, que recurren a ellos cada vez que tienen algo importante; las empresas también confían en su profesionalidad y experiencia.

«Vienen porque tenemos la experiencia de haber realizado muchas, quieren que les asesoren bien», sostiene Roberto. Belén destaca que siguen utilizando todas las máquinas antiguas, menos la tipográfica cilíndrica, combinadas con las últimas tecnologías. Ambos señalan que no hacen grandes cantidades porque su trabajo es artesanal. Últimamente están elaborando muchas cartas de restaurantes y trabajando mucho con la madera.