La actividad de Chrysallis persigue abordar de forma positiva la realidad de los menores transexuales. | Jaume Morey

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Miedo, vergüenza, incertidumbre... son sólo algunas de las emociones que experimentan los padres de un niño o niña transexual cuando se enteran de su verdadera identidad sexual. Para la mayoría de progenitores no fue un camino fácil, y los pequeños tampoco se quedan atrás: muchos tardan años en confesar su verdadero yo.

Para visibilizar la situación de la infancia transexual, Anorak Films ha elaborado el documental Trans* Happy, que forma parte de una campaña de la asociación Chrysallis, que aglutina a familias de menores trans. El objetivo del documental es concienciar sobre esta realidad y servir de herramienta a otras familias. Según datos del Govern, en Balears se han iniciado en casi tres años 73 protocolos escolares de acompañamiento a menores transexuales.

El filme se presentó este miércoles, y contó con la presencia de la consellera de Presidència, Pilar Costa –institución que ha financiado el documental–; el director general d'Innovació i Comunitat Educativa, Jaume Ribas, y la directora de Convivèxit, Marta Escoda. Además, también se encontraban María Luisa Rosa, portavoz de Chrysallis Balears, y Christian y Valentina, dos niños transexuales de 14 y 8 años que aparecen en el documental, junto a sus padres.

Christian nació con vulva. Explicó que antes de confesarle a su madre que se sentía un niño «era todo más complicado, siempre estaba encerrado en mi habitación. Cuando se lo conté fue quitarme un peso de encima, sabes que ese momento es una oportunidad para ser feliz». El menor, que tiene 14 años e inició el tránsito con 11, asegura que con seis o siete se miraba al espejo y «no lo entendía, pensaba que estaba loco y incluso me vestía de manera muy femenina». Aunque tuvo miedo de perder a su madre al desvelar su verdadera identidad, define esa decisión como «lo mejor que pude hacer en la vida», y explica que se arrepiente de no haberlo hecho antes.

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En cuanto al entorno, la criba fue sencilla «yo se lo conté a mis amigos, y los que no querían que fuera Christian se fueron y los que se quedaron desde el minuto uno me aceptaron». Este miércoles fue un día especial porque le dieron el DNI con su nombre de uso.

La otra protagonista de la jornada fue Valentina, una pequeña de 8 años que inició el tránsito hace uno. Explica, desde su visión inocente, que a los 3 años se «disfrazaba mucho de niña» y que decía a sus padres que de mayor sería una mujer, pero ellos se pensaban que no podía serlo». A los seis años se lo repitió y fue cuando sus padres comenzaron a informarse para ver qué podían hacer. La menor asegura que desde que la entendieron «fue todo súperfacil y me sentí genial, y me encanta ser una niña».

Los padres escucharon orgullosos las palabras de sus hijos, que irradiaban felicidad por poder expresar su identidad libremente. «Con seis o siete años me escribió una carta diciéndomelo, pero no le di importancia. Con 11 años me dio la segunda, y entonces fui a su cuarto a decirle que eso no podía ser. Él ya se había informado sobre los niños trans, y me explicó», cuenta Xisca Tous, la madre de Christian. Asegura que su hijo ahora es feliz.

Por su parte, Sergio Nicora, padre de Valentina, explica que cuando la menor le confesó su identidad «me di cuenta de que no era tan liberal como pensaba». Al principio tuvo miedo, pero se emociona al recordar el aura de su hija cuando salió a la calle vestida de niña por primera vez.

A pesar de que el camino no ha sido fácil, todos coinciden en que son felices y no se cambiaban por nada del mundo.