El núcleo principal de Ana Solano, de 55 años, está en Costa Rica. Cada día habla con su familia por videollamada. Vive en Mallorca desde hace 25 años con sus dos perros y sus dos gatos. Cuenta que, hasta hace poco, «en mi país la gente seguía acudiendo a los bares. Nadie cumplía las normas de seguridad». Otro escenario muy peculiar y real hasta hace poco es que «las playas estaban saturadas. Pese a que las empresas se han cerrado, hay costarricense que se creen que están de vacaciones». Allí la crisis del coronavirus no ha impactado tanto como en otros países vecinos: «En Nicaragua, por ejemplo, la situación es más crítica. Se han dado más casos de personas contagiadas», resalta.
Ana Solano explica que la sanidad en Costa Rica es muy eficiente: «Hay clínicas, hospitales, centros médicos...y la seguridad social cubre los requisitos básicos». La peculiaridad, dice, es que allí «a los enfermos por coronavirus se les traslada a un centro especial habilitado, no se mezcla con otros pacientes». Algo diferente ocurre en Alemania. La dueña de la Bodega Santa Clara, en Palma, Uta Gritschke, opina que los hospitales de España «están mejor preparados y tienen muchas camas». Esta alemana lleva 12 años en Baleares. Desde su país le comentan que «no tienen tanto miedo». Es decir, que la psicosis no ha llegado a los hogares. Sí destaca que «las personas mayores están muy bien protegidas y no salen de casa».
Uta iba a recibir este mes a una amiga alemana. Su otro círculo de amigos que se trasladaba, esporádicamente, a la Isla «ha tenido que quedarse en Alemania y cancelar los pisos que habían alquilado». Doris Kirch lleva una gestoría para alemanes en Mallorca y ahora su negocio lo ha enfocado a todo el tema del coronavirus: «Recibo una media de 40 mensajes al día de gente preguntándome qué hacer y cómo pueden volver a Alemania». Doris indica que hay muchos empresarios obligados a cerrar sus negocios y que no saben qué hacer ante este panorama. «Lo mismo sucede con alemanes que quieren volver a España porque tiene aquí sus viviendas de residencia. Lo que les he aconsejado es que se queden allí». Sus primas le confiesan que «la población española hace mejor el confinamiento. Aquí no entienden que se tienen que aislar».
«A mí me preocupa mucho mi familia en Brasil. Ellos sí que tienen que salir a trabar». Lo dice Sandra de Melo, brasileña y residente en Mallorca desde hace muchos años. Habla con todos ellos cada día a través de videoconferencia. Ella es de las que piensa que «el calor reducirán los casos de coronavirus», pero hasta que llegue ese momento se aísla en su casa con su madre, de 83 años. En su país de origen todos «están sanos. Se protegen mucho al salir a la calle». Sandra, sin embargo, tiene dos amigas en Mallorca que fueron positivas en COVID-19. «Ya están recuperadas», apunta.
Sean Pendry es originario de Manchester (Inglaterra). Es muy conocido en el mundo del boxeo profesional, algo que ha tenido que dejar, temporalmente, por la situación actual. «Creo que Inglaterra ha empezado tarde el confinamiento», reconoce. Tanto él como su mujer Chase Martin, de 36 y 37 años respectivamente, «estamos bien», pero aún no han asimilado que hace dos días – como quien dice – «estábamos tomando el sol y ahora encerrados». Pendry dice que su familia «está preocupada por ellos, porque saben cómo está España», pero asegura que se protegen mucho cada vez que salen a comprar comida.
Tanto en el Reino Unido como en la República Irlandesa, los ciudadanos pueden salir a correr. «Creo que la gente no lo está tomando muy en serio», dice Noel Graham, de 55 años y residente en Son Ferrer. Reconoce que «si se hubiese actuado antes, no tendríamos este problema». Graham habla todos los días con su hija, que vive en Holanda. «Ella me cuenta que las medidas de precaución no son tan estrictas. La gente va a bares». Para Noel, esta situación le provoca miedo, y reconoce que tener a la familia lejos «es muy duro».
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