Los hombres y las mujeres que se encargarán de controlar el aparcamiento de vehículos en ocho zonas o sectores de la ciudad han vuelto con la desescalada. Tímidamente habían empezado a salir a la calle para que la ciudadanía supiera lo que iba a ocurrir sesenta días después de su desaparición. Este jueves se cumple el día 61 del estado de alarma y la ORA se ha incorporado plenamente al paisaje urbano. Y al paisaje se han reincorporado también pequeños gestos que habían quedado algo en desuso y algo olvidados.
Yulia Ramírez, «con y, por favor» –aclara– ha llegado ya a una de las 422 máquinas de la ORA para sacar su tique cuando recuerda que tiene que anotar la matrícula y regresa a su vehículo aparcado cerca. Es colombiana y va camino del banco para unas gestiones. Es propietaria de un restaurante tailandés cerca de Marivent. Afirma que durante el confinamiento ha salido pocas veces y utiliza una expresión que no es habitual en el castellano que se utiliza en España: dice que ha sido «muy juiciosa» este tiempo pasado.
Yulia Ramírez teclea en una de las más de 400 máquinas y puntos de pago.
Aunque hay una aplicación de móvil que permite cualquier operación relacionada con la ORA, es habitual el gesto de anotar un número en la máquina y sacar un papel para exhibir en el coche. También es lo que hace Pedro, un jardinero búlgaro que aparca su coche en la calle del Marqués de Fontsanta. No le parece mal que haya regresado la ORA.
Setenta agentes encargados del control de aparcamientos pasean las calles y en los próximos días habrá 87. La plantilla total de la Sociedad Municipal de Aparcamientos y Proyectos (SMAP) asignada a la ORA es de 170 personas aunque hay algunas que todavía no han salido. O están de baja o son de grupos vulnerables.
Escenas rutinarias protagonizadas por agentes de la ORA.
Todo empezó en el centro
El servicio se municipalizó en 2019. Eso ha dado tranquilidad a quienes trabajan allí. Hay quien tiene claro que, de no haber sido así, quizá habrían pasado por un ERTE. La mayoría de agentes (este primer día la mayoría son mujeres) explican que la jornada se está desarrollando con mucha tranquilidad y que ya se pueden poner denuncias. Pero que primero explican la situación y sólo ante «casos evidentes» se activa la máquina de multar. En su mayoría, y pese a que no tienen inconveniente en hablar, prefieren no dar su nombre.
«Pues el día está bastante tranquilo. Antes el centro era un caos, tanto para los residentes como para quienes vienen a hacer gestiones», dice una agente que afirma llamarse María (más de una; de dos y de tres aseguran llamarse así) y que añade que lleva 17 años en esto y que cuando empezó en la Policía Local todavía compartía una parte de la gestión del servicio. Empezó como concesión y ahora está municipalizado.
El primer folleto de la Operación de Regulación de Aparcamiento mostraba una especie de triángulo imperfecto con tres zonas del centro coloreadas. Nació para descongestionar el centro y ya hace 30 años se vinculó a «la voluntad de modificar algunos de nuestros hábitos en lo que a la circulación se refiere» con el propósito de que el centro de Palma fuera «más habitable y asequible para los ciudadanos».
En eso dice estar todavía el Ajuntament. ¿Será el parón de los días pasados lo que permita cambiar el modelo?
Donde la ORA no ha sido recibida nada bien es en comentarios de redes sociales y publicaciones digitales. La expresión más utilizada es «voracidad recaudatoria». La vida sigue.
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