La singularidad de una pandemia ha hecho que los tratamientos dedicados a la COVID-19 estén «más basados en la necesidad y en la existencia que en la evidencia», explica el jefe de servicio de Farmacia de Son Espases, Pere Ventayol. «Es una enfermedad nueva, sin fármaco eficaz, sin vacuna, que se transmite fácilmente y con una elevada mortalidad, lo que dirige el tratamiento no es la evidencia como en otras ocasiones sino la urgencia. Se ha adelantado la toma de medicamentos que de otra forma no se habrían utilizado», reconoce el doctor Ventayol.
Es el caso de la hidroxicloroquina popularizada por el presiden de Estados Unidos, Donald Trump, que finalmente se ha descartado. «Hubo un primer estudio prometedor que, o bien no estuvo controlado correctamente o la muestra fue muy baja. Al ampliarla se vio que no aportaba nada e incluso perjudicaba a algunos pacientes produciendo una mayor mortalidad debido a arritmias ventriculares, que es uno de sus efectos secundarios», explica este especialista.
De momento el único fármaco con eficacia constatada es la dexametasona «un corticoesteroide, ampliamente conocido» del que «tenemos más información por las notas de prensa que de publicaciones en sí», lamenta el doctor Ventayol. Son Espases lleva meses utilizándolo y ahora apuesta todavía más por este tratamiento que por el anterior. «Hay que partir de lo que tenemos, se piensa en la potencialidad porque la alternativa era no darles nada a los pacientes», añade.
Otro de los fármacos más popularizados para tratar la COVID es el remdesivir, «ensayado para el ébola sin demasiada eficacia pero que potencialmente actúa en estos casos», concluye.
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