Desde que aprendimos a sonreír con la mirada, se posan en nuestros ojos una suerte de chispitas, lucecitas que son el espejo del alma, un brilli brilli de lentejuelas navideñas y burbujas de cava que explosiona cuando conseguimos ser felices. De este modo nos saludamos ahora y expresamos el placer que nos provocan los encuentros, menos habituales que antes, desde lo más hondo de las pupilas. Así ocurrió este miércoles en el Aljub de Es Baluard. Acogido por la calidez de la piedra centenaria de este espacio, tuvo lugar el acto de entrega de los Siurells de Plata de Ultima Hora. Aunque faltaron el alegre entrechocar de copas, los brindis y los abrazos, la velada rebosó de esperanza en un futuro próximo y de sentimientos que surgían del corazón.
Los Siurells de Plata se celebraron el día que en que en todo el país se clamaba contra la violencia machista; también en una jornada en que Palma, como en los buenos tiempos, acogía una cumbre bilateral de presidentes, o cuando Joe Biden tenía previsto dirigirse a los estadounidenses con la intención de dar un giro a la historia. Mientras buscaba en el fondo de armario un vestido que no fuera negro –ahora más que nunca necesitamos algo de color–, pensaba que eran buenos augurios.
El rechazo social a la violencia de género estuvo presente en el Aljub, en los discursos y en las formas. La presidenta del Govern, Francina Armengol, recordó el clamor que ya resuena por pueblos y ciudades. El premiado Antonio de Lacy, cirujano, y Carmen Serra, presidenta del Grup Serra, aludieron a esta lacra; los alcaldes José Hila y Tomeu Cifre llevaban prendido el lazo morado en la solapa y otra mujer con mando, Catalina Cladera, la jefa del Consell, lo hacía con una chapa alusiva. Los gestos cobran mucha importancia cuando hay vidas en juego.
Gracias, de corazón, música, magia, vacuna, esfuerzo, entrega, recuerdo, emoción, no bajar la guardia, ciencia, fortaleza, valentía, esta tierra, valor... fueron palabras y expresiones que se escucharon en una velada en la que nos tomaron la temperatura al entrar, nos ofrecieron gel, los invitados se sentaron en sillas numeradas, como en el cine, y entre tantas prevenciones necesarias contra el maldito bicho, hubo algún despiste que me hizo sonreír. Como cuando Oscar Mayol, presidente del Tren de Sóller, no conseguía reciprocidad en el saludo de codo del premiado Joan Company, aunque la perseverancia obtuvo premio. Sí, reí y sonreí porque estim molt a Company y me alegró que se llevara a casa un Siurell tan merecido. Fue emocionante oírle recordar el poder terapéutico de la música, ahora que cantar sin mascarilla expande los aerosoles en los que viaja el virus. La música y sus artífices, ¡cuánto nos ayudan en los malos momentos, en los bajones de ánimo, y cómo nos impulsan cuando nos sentimos bien! Tampoco faltó ayer en Es Baluard, con integrantes de la Orquestra Simfònica. Un placer, como siempre.
Quería contarles que había articulado un preguión para escribir esta crónica, pensando en lo acertado que había estado el jurado, con Rosa María Regi a la cabeza, al elegir a los galardonados –entre los que eché de menos más presencia femenina–, pero la presidenta Armengol me chafó el plan cuando cerró el acto. También a ella se le ocurrió recorrer las virtudes de premiadas y premiados para hacer un paralelismo con la vida misma, así que aquí me tienen, entre la narración de los hechos y los impulsos subjetivos, porque salgo poco de casa.
Autoridades civiles y militares, sepan que cumplo a rajatabla preceptos y sugerencias y que pienso vacunarme. Lo comentaba con Carmen y María de Lluc Dameto, Josep Zaforteza y Miquel Serra, director de este diario, y como un clamor concluimos que portarse bien era lo fetén y correcto.
El obispo Sebastià Taltavull llegó a Es Baluard procedente de Bunyola, donde había celebrado el cumpleaños de una centenaria llamada Antònia, una buena noticia que compartió con Paula Serra y Pere Rullán, directora general de Audiovisuales y Consejero delegado del Grup Serra, respectivamente, y que anoté como el detalle tierno de la noche. ¡Ay!, esos mayores que tanto sufren por culpa de la pandemia, apoyémosles con mucho amor.
Faltos de achuchones, sí, pero sin perder la esperanza, los invitados aplaudieron una tarde llena de empatía. Lo hicieron Vicenç Thomàs, president del Parlament; Virgilio Moreno, alcalde de Inca; la decana del cuerpo consular, Nezha Attahar; el general Fernando García Blázquez y el coronel Antonio Ortiz; Llorenç Huguet, rector de la UIB; Antonio Sánchez Grao y Vanesa González, de El Corte Inglés; Alejandra Company, de Malla; Lydia Pérez Martínez, de Alcudiamar; Biel Mulet, de Coca Cola; Rafael Guinea, de TIRME; Antoni Serra y Sebastià Font, de Bankia; los notarios Piluca Corral y Víctor Alonso; Mari Cruz Rivera, de CaixaBank; Carmen Planas, de la CAEB; Francisco Martorell, de Asima; Alejandro Teixías, de UGT; José Luis García, de CCOO; Patricia González, de Cs; Llorenç Galmés, del PP; Antoni Amengual del PI: Betty Albadalejo, de Carmina; Ana Beléz Velasco, de la AEEC, entre otros, y se despidieron con la ilusión de que el sol vuelva a calentar nuestros corazones.
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