En los dos últimos años se han adquirido muchas autocaravanas y la Isla se hace eco de una tendencia muy extendida en Francia, Italia o Portugal. | Jaume Morey

TW
45

Ciutat Jardí cuenta con una veintena de autocaravanas aparcadas en unas pocas calles, como la de Illa de Xipre. La concentración de este tipo de vehículos es solo una pequeña muestra del ‘boom' que está viviendo el sector: si el año pasado había 800 caravanas, ahora mismo Mallorca cuenta con 1.200, lo que supone un incremento cercano el 50 por ciento.

La situación de pandemia ha favorecido el impulso de esta modalidad de viaje y ha animado a más mallorquines a adquirir este tipo de vehículo. Todo pese a que en Mallorca apenas hay instalaciones que permitan su uso y en muchos municipios no se sienten bienvenidos.

«Tenemos muchas peticiones de gente que se quiere asociar con nosotros», cuenta Miquel Toni Vidal, presidente de la Asociación de Autocaravanistas de Baleares (Abaces), que cuenta con 140 miembros. «Las autocaravanas se han puesto de moda y se han dado cuenta de que es más fácil viajar. La mayoría de nuestros socios son mallorquines. Luego hay muchos caravanistas que nos piden venir a Mallorca pero les tenemos que decir que no hay áreas para estacionar y muchos ayuntamientos nos ponen pegas».

Descarga

Uno de los problemas que más sufren los caravanistas es la falta de puntos de carga y descarga de aguas. En toda la Isla solo hay uno disponible: el Punt Verd del polígono de Son Castelló. «En Ibiza y Menorca sí que existen. Hemos tenido reuniones con el Govern balear y la Conselleria de Turisme para poder tener más sitios de acceso y puntos de descarga pero no nos han dado ninguna solución», se lamenta Vidal.

La única opción que tienen lo caravanistas para estacionar sus vehículos es contratar un espacio privado, inasumible para algunos, o aparcar en plena vía pública. Después de todo, al tratarse de un vehículo, la normativa de tráfico permite a las caravanas estacionar siempre que tengan sus enseres en el interior y sin los toldos desplegados. «Aparcamos donde podemos. Es verdad que tapamos vistas, pero si alguien me avisa, retiro la autocaravana a un sitio que no moleste», dice Vidal. Entre los puntos principales de estacionamiento está Ciutat Jardí, Nou Llevant, Son Rapinya o en las inmediaciones de las piscinas de Son Hugo.

Eso sí, los autocaravanistas coinciden al denunciar que «hay ayuntamientos que no nos quieren, como el de Alcúdia. Una ordenanza del Ajuntament impide pernoctar dentro de un vehículo y no esclarece si puede haber una excepción con las autocaravanas. La multa es de 150 euros. Si te compras un chalet de dos millones de euros y te ponen delante una autocaravana de 60.000, pues molestamos», insiste Vidal.

Esta modalidad de viaje se ha hecho aún más visible este año, dadas las dificultades para salir de la Isla. «Hay mucha gente joven. La mayoría son familias con niños y rondan los cuarenta años», cuenta el presidente de una de las dos asociaciones de caravanistas de la Isla.

Los vecinos de la zona donde estacionan han mostrado su descontento por la presencia de las autocaravanas en su barriada. «Aparcan durante días y ocupan muchas plazas. Se ponen delante y les tapan las vistas», dice Juana Ruiz Navarro, presidenta de la Associació de Veïns de Ses Cases Noves des Coll d'en Rebassa. Cuenta que hasta los propietarios de chiringuitos y hoteles están molestos por su presencia. «Suelen ser extranjeros que vienen a hacer deporte y nos dejan sin aparcamiento», explica Ruiz.

Jonathan Batle y su novia Micaela viven en una autocaravana. Foto: J.M.

Entre los que ocupan una de las autocaravanas en esa zona de Platja de Palma se encuentra Jonathan Batle, un joven de 30 años que vive en este vehículo con su novia, Micaela, de 25 años. «Solemos vivir aquí y a veces damos una vuelta a la Isla. Es la zona donde vive mi familia», cuenta Batle, que encarna al caravanista que no viaja, sino que vive en su propio vehículo.

«Vivía en Palma pero con dos sueldos no podíamos pagar un alquiler de 800 euros y ahorrar». Ahora viven en 12 metros cuadrados tras comprar una caravana de segunda mano por 20.000 euros. «No podemos comprar un piso. Para nosotros es imposible. En Andalucía por 60.000 euros tienen una casa, aquí es inalcanzable», dice Batle.

La otra cara es la de Gema Calero, gerente de la empresa Mallorca en Autocaravana. «Aunque ha habido muchas reservas, la temporada ha ido mal. Hemos tenido anulaciones de último minuto por confinamento del virus. Las reservas son de menos días porque la gente dispone de menos dinero», dice. Aún así, la autocaravana ha venido para quedarse.