Blanquerna era este jueves punto de contrastes: locales cerrados y clientes en las terrazas. | Teresa Ayuga

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«Perdona, ¿se puede entrar?», «Disculpa, nos podemos sentar dentro?», «¿Hay mesa disponible en la terraza?». La confusión entre los clientes marcó el primer día con las nuevas restricciones del Govern para doblegar la curva de contagios, que solo permite el consumo en bares y restaurantes con terraza. Sin embargo, los empresarios ponen la vista en el take away, la última bala para mantener a medio gas los negocios hasta el 28 de diciembre.

Desde la primera hora de la mañana de este jueves, la plaza de España amaneció repleta de gente en buscaba de una mesa en el exterior y aprovechar el buen tiempo con un café o incluso una cerveza. Dadelín Jiménez, camarera de Es Forn de Santa Clara, reconoció que el día soleado provocó que muchos salieran de sus casas a consumir. «Tenemos la terraza llena ahora, pero ya veremos cuando llueva», se mostró preocupada esta trabajadora, y recordó que en cada mesa solo puede haber un máximo de seis personas y durante treinta minutos. En el bar de tapas y copas Juana y Juan, el camarero Gabriel Alexander se muestra optimista ante las nuevas normas y, aunque consideró que «son necesarias las medidas ahora mismo, vemos a la hostelería muy castigada. Deberían ser restricciones más leves». En su caso, el local funciona bien a última hora de la tarde.

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Gabriel Alexander, mientras montaba la terraza. Fotos: PILAR PELLICER

Para llevar

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No resulta del todo efectiva la fórmula del pedido para llevar en todos los locales abiertos a día de hoy. A Isabel González, de la cafetería Ben’s, le hace más caja el cliente que consume en el establecimiento. En su caso, ha tenido que reducir su espacio e incluso el horario, que ahora cierra sobre las 17.00 horas.

En cambio, a Helena Abad y a su marido Desmon Murphy, del Café Sucre, la venta de cafés o bocatas para llevar les funciona más o menos bien: «Estamos un poco asustados, pero al menos tenemos terraza y take away. Hacemos lo que podemos». Asimismo, reconocen una bajada del 25 % por la crisis.

Pese a las nuevas fórmulas que muchos restauradores llevan a cabo para sobrellevar este nivel 4 –interiores inhabilitados, el cierre antes de las 22.00 horas y al 75 % de aforo en el exterior–, Antonio López del Amo, del Classic Blanquerna, destacó un descenso de su consumo de «más de un 30 %». Ante la dificultad, aseguró que ya tiene clientes que piden comida para llevar. «Será una vía para continuar», dijo el propietario. En el Mariscal del Jamón, Lucía Mariscal vaticinó tiempos «muy duros», aunque en su caso la hora de la comida le salva. Ha pasado de tener unas 20 mesas en el exterior a diez, y sí que notó ayer que «nuestros clientes están confundidos por si pueden sentarse en el interior». Los bares y restaurantes que han podido continuar abiertos lo han hecho gracias a las terrazas y los nuevos conceptos como el take away. Las dudas y el miedo siguen vigentes en uno de los sectores más afectados por la pandemia. Mientras que Isabel González vive la situación con nervios, López del Amo tildó de «incompetente» a «la clase política del país», e insistió en que medidas como éstas «solo fomentarán el incremento de contagios».

El sector hostelero no respira del todo, y solo unos pocos pueden hacen malabares para pasar el día a día gracias a las terrazas y con la obligación de cerrar más pronto que tarde.

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Desmon Murphy y Helena Abad siguen abiertos gracias a su terraza.