En San Marino, país minúsculo donde pueden ir sin mascarilla por la calle, ya han vacunado a toda la población con la Sputnik.

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En Campania, la región italiana cuya capital es Nápoles, no tienen el turismo que tenemos en Balears. Pero tienen enfermos de COVID y su gobierno parece haberse hartado de esperar a que le lleguen vacunas. Así que tiró por la calle del medio y compró la vacuna rusa, Sputnik V. Sólo hay un problema pendiente de solución: esta vacuna no está autorizada por la Agencia Europea del Medicamento y en Campania no hay un departamento cualificado para certificar la validez de esta vacuna.

Vincenzo De Luca, el presidente de la región, dijo que no se inoculará a nadie hasta que la vacuna no esté aprobada por Europa, pero el primer ministro italiano, Mario Draghi, por su parte, dijo que no había prisa en aprobarla y que nadie debía de esperar a que esto tuviera lugar antes de septiembre. No, no parece que haya prisa, al fin y al cabo sólo está muriendo gente.

No obstante, los italianos ven atónitos cómo San Marino, un país minúsculo totalmente independiente, a pocos kilómetros de Rímini, al sur de Emilia Romagna, ya ha vacunado a toda la población con la vacuna rusa, sin que se hayan reportado problemas. Explíquele a un italiano que él y su familia ha de esperar por razones de seguridad mientras que los sanmarinenses –por cierto, como los gibraltareños– pueden ir sin mascarillas por las calles. Ya que está, explíqueselo también a un español, ¿no?

Hungría, Chequia y Eslovaquia también han comprado esta vacuna heterodoxa. En el caso húngaro, este lunes el 22 por ciento de la población ya había sido inoculada, bien con las vacunas occidentales que le manda Bruselas, bien con las rusas o chinas, aún no autorizadas por Europa pero sí por los responsables de medicamentos de Budapest. El problema de Hungría y de Chequia es que cuando empezaron a vacunar tenían unos datos de contagios absolutamente extremos y, por lo tanto, tardarán en enderezar las cosas.

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Parece evidente que la razón por la cual la Agencia Europea del Medicamento no autoriza las vacunas rusas y chinas es política. Francia, de hecho, ha rechazado radicalmente salirse del programa de vacunas diseñado. Alemania, en cambio, dijo que no descartaba comprar vacunas rusas si resultaba aprobada en Europa. No deja de ser paradójico el espectáculo que tenemos ante nuestros ojos.

Este domingo, por primera vez desde marzo del año pasado, Londres no tuvo ni un muerto por coronavirus. Los británicos han vacunado ya a la mitad de la población, lo que no ha eliminado los contagios, pero sí ha reducido las hospitalizaciones y minimizado las muertes. Los contagios se mantienen porque aún queda por vacunar a la gente joven, pero las hospitalizaciones y las muertes han caído porque estas afectaban sobre todo a los mayores.

Este es el panorama absolutamente insólito: Europa está sin vacunas, su gente se muere, su economía se arruina y lo más sorprendente, nadie hace preguntas parlamentarias, nadie interpela a nadie, nadie dimite, nadie cuestiona. Este escándalo ni siquiera ocupa titulares en los periódicos europeos. Hoy, ayer, anteayer, nadie dice que Estados Unidos ya ha aplicado cien millones de vacunas, dos terceras partes de la población de riesgo, mientras que nosotros estamos en el diez por ciento de la población. Algo definitivamente va mal políticamente cuando este escándalo parece que no tenga responsables.

Balears podría perfectamente, por razones de máxima prioridad social y económica, comprar vacunas por su cuenta, pero nuestras autoridades, valientes con los débiles y débiles con los poderosos, prefieren seguir así antes que mostrar la menor deslealtad a Madrid o a Bruselas. Sobre todo, que no se diga que somos incorrectos políticamente. En lugar de irritar a nadie, mejor damos otra vuelta de tuerca a los nuestros, que aún pueden aguantar más.