Lutz Minkner, propietario de Minkner & Partner, ante su inmobiliaria de Santa Ponça. | Jaume Morey

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Es el fundador de Minkner & Partner, y los últimos 30 años ha vivido muy de cerca el negocio inmobiliario.Está especializado en el suroeste de la Isla, centrado en Calvià y Andratx, pero últimamente también en Palma. Lutz Minker es un veterano del sector, enfocado al cliente extranjero. Advierte que en los próximos dos años el precio de las viviendas seguirá al alza. Una casa en Mallorca es ahora el refugio de inversores europeos, más rentable que el oro o las acciones.

¿Qué situación inmobiliaria se encontró en la Isla cuando abrió su oficina en Santa Ponça?

—En 1993 estaba en el momento más bajo por la Guerra del Golfo. Los ingleses estaban dejando Mallorca y muchos de ellos tuvieron que volver a trabajar. En cada casa había un cartel de ‘Se vende'.

¿Cómo es la coyuntura inmobiliaria que se vive en Mallorca?

—En aquel momento (1993), un chalet podía costar alrededor de 125.000 euros, y ahora se puede vender por tres millones de euros. Una mansión de lujo alcanzaba los 500.000 euros, y ahora se cotizan a 12 millones. Es verdad que no había tantas casas unifamiliares, era el inicio de este producto en la Isla.

¿Ha cambiado el perfil del cliente?

—Antes predominaba el mercado británico y ahora, el 95 por ciento de nuestros clientes son de Alemania, Austria y Suiza. En los últimos cinco años han aparecido clientes escandinavos en Andratx.

¿La pandemia ha incrementado el interés por la vivienda en Mallorca?

—Pasar días en la Isla con piscina y playa sigue siendo un aliciente muy importante. Pero ahora la vivienda es una inversión que permite mantener el capital invertido en un valor seguro. Hay temor a que éste se devalúe y por eso invierten en vivienda de alta calidad en Mallorca. Solo en Alemania hay 7.000 millones de ahorros en cuentas privadas con un tipo de interés negativo. Lo mismo pasa con los suecos. Invertir en vivienda en la Isla es más seguro que el oro o las acciones. Luego está el valor emocional de tener una casa aquí.

¿Qué previsiones tienen para la demanda extranjera de vivienda?

—Aquel que compró una vivienda en 1993 y la vende ahora habrá multiplicado por seis su inversión. En los últimos cinco años se han vendido cada año en Balears viviendas por valor de 4.000 millones de euros anuales, de los que el 45 por ciento pertenecen al mercado internacional. En 2020 hubo una pequeña bajada de volumen y se vendieron inmuebles por valor de 3.600 millones. Este año hay un boom. Desde que Alemania eliminó la obligación de la cuarentena hemos tenido las ventas más altas de los últimos treinta años. Hay ventas que no se pudieron hacer el año anterior y además, hay un volumen de ahorro que busca invertir en un valor seguro. Este año en Balears se venderán inmuebles por valor de 5.000 millones, de los que el 55 por ciento serán internacionales.

¿Y el comprador residente?

Muchos no pueden permitirse comprar por los precios. A corto plazo parece algo negativo pero hay que valorar lo que se gana con estas inversiones: pagan impuestos de compraventa sobre el 10 o 12 por ciento del precio, que en un volumen de 5.000 millones supone dejar 750 millones en impuestos en lasIslas. Y luego están los impuestos que pagan cada año. Los inversores extranjeros crean trabajo, fomentan la construcción y además, son consumidores excepcionales.

¿Qué previsiones manejan para los próximos años?

—Este volumen se mantendrá durante un par de años más y los precios seguirán subiendo. No quedan solares y por defecto suben los precios. Los ayuntamientos han protegido el suelo y no se puede cumplir con la demanda. Las instituciones intentan conseguir más vivienda poniendo tope al alquiler, pero a largo plazo se consigue más vivienda asequible con más oferta. El Govern tiene la creencia errónea de que el sector privado debe construir vivienda económica. No tiene sentido: pierden dinero. El Govern debe invertir y reducir impuestos.

¿Qué zonas de Palma cuentan con el interés de los extranjeros?

—Además del Casc Antic, sa Llonja, Son Espanyolet o el Portitxol, donde ya se está reformando en segunda y tercera línea, los extranjeros se están interesando por barrios como Son Armadans, La Vileta y Son Rapinya.

¿Mallorca se ha vuelto cara para los alemanes?

—Hay muchos alemanes que vienen con una idea de precio que no es realista y cuando llegan aquí se dan cuenta de que tienen que ahorrar un poco.

¿Qué perfil tienen los vendedores?

—Cada vez hay más extranjeros que venden sus segundas residencias. Y hay diferencias entre estas viviendas y las que ofrecen los residentes, que no han invertido tanto en ellas. Luego están los herederos que nos ofrecen un inmueble con un precio en mente y opinan que cada uno debe llevarse 100.000 euros, aunque sean seis a repartir y el precio se salga del mercado. Piensan que si el vecino ha vendido por tanto, ellos quieren lo mismo. Son irracionales en la imposición de los precios. Para el propietario la casa tiene un valor sentimental y al comprador le interesa la ubicación.

¿Y aún así venden?

—Hace años fuimos a mirar una casa para vender en Puerto Portals. El precio de mercado era de 15 millones de pesetas pero la pareja pedía 50 millones. Les pregunté por qué: se estaban divorciando y que habían visto cada uno una casa por 25 millones y con esa venta así podían pagarlas...

Muchos propietarios reciben llamadas o tarjetas de inmobiliarias que les quieren comprar la vivienda aunque no esté a la venta.

—Hay clientes que tienen muy claro dónde quieren vivir y si no hay en el mercado, salimos a buscarlo. Si la oferta es buena, no conozco a nadie que no la acepte.