En el telediario de las tres otro avión chocaba contra la segunda torre. Y después, los edificios, con todo su simbolismo, se derrumbaban. Aquello tenía que ser algo gordo, aunque seguíamos sin entender qué. Por supuesto, era un ataque organizado en toda regla contra Occidente, probablemente de algún grupo islamista. Era obvio. Pero ¿qué significaba? ¿Qué lectura teníamos que hacer?
Con el paso de los días, el escenario se aclaró más: se trataba de un atentado terrorista organizado por una rama radical del islamismo, con origen en Arabia y base en Afganistán, y a la que Estados Unidos ya estaba organizando una respuesta adecuada, propia de su poder militar.
Sin embargo, aún serían necesarios varios años, probablemente incluso la llegada de Joe Biden a la presidencia de Estados Unidos, para poder hacer una lectura más global de lo que estábamos viendo: a mi entender, asistíamos al inicio del declive del poder omnímodo de Estados Unidos sobre el mundo, resultado de haber reemplazado a Gran Bretaña como potencia dominante, tras la Primera Guerra Mundial.
El 11-S, o sea la historia, sólo se puede leer con la perspectiva que da el tiempo. Y hoy tenemos suficientes pruebas de que Estados Unidos, por razones culturales que no armamentísticas, ya no puede ejercer su poder. En Afganistán acabamos de visualizar que su salida ha significado la entrada de China como interlocutor de los talibanes. Igual que estamos viendo que Sudamérica y Centroamérica, otrora el patio trasero del imperio, han vacunado a los suyos con Sinopharm y Sinovac, porque Estados Unidos ha dejado de controlar.
Aquel atentado en Nueva York, que desde el primer momento intuíamos que era importante, lo entendemos a los veinte años: era el desafío de unos fanáticos religiosos ante los cuales el imperio militar, tras ladrar un poco y lanzar proclamas inocuas, se ha retirado con el rabo entre las piernas. Aquel atentado ha abierto las puertas de par en par para que el relevo chino se haga más presente, probablemente consolidándose definitivamente.
Como ven, en todo esto nuestra Europa no tiene más papel que el de testigo balbuceante que ni siquiera tiene una postura única. Sólo África está peor que nosotros.
7 comentarios
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Poelihay cientos de documentales de científicos que lo corroboran . Yo soy un humilde ciudadano de a pie . La estructura de acero no debió ceder . Fue una demolición de ingeniería , elaborada con Termita , un explosivo capaz de conseguir en el núcleo la temperatura suficiente para seccionar el acero a 45 grados , una demolición controlada en toda regla , muy probablemente desde la torre 7 , la que cayó misteriosamente siete horas después . Entiendo que opines como tal pues sólo te informas por los canales oficiales de información , pero por suerte tenemos a muchos documentalistas y periodistas free lance que investigan , estudian , y recogen pruebas haciendo honor al código deontológico de periodista y la vierten a la población para que ésta se informe . Un saludo
Vaya! Pensé que habían tenido que pasar veinte años para darse cuenta que el combustible no tiene capacidad para pulverizar el mejor acero ni desintegrar por completo aviones...pero no! Al parecer han pasado veinte años para confirmar que los bulos repetidos hasta la saciedad funcionan aunque sean dignos de dibujos animados.
USA ya no nos protege.....¿Nos ponemos las pilas o seguimos con la unión de civilizaciones que hoy por hoy es IMPOSIBLE por los motivos culturales de los "otros"?
Es lamentable que después de los cientos de estudios científicos que avalaron que las torres sufrieron una detonación controlada con Termita los medios sigan apoyando la versión oficial . Peor aún que se silencien los genocidios políticamente correctos que sucedieron al autoatentado . Ése día lo que realmente cayó fue nuestra presunción de inocencia y gran parte de nuestros derechos fundamentales . El miedo sirvió para ir perfilando la agenda 2030 . La vacuna no existiría sin el 11S . De hecho ambas obras son del mismo autor