Una de las imágenes icónicas del primer año de la pandemia fue el recibimiento, en Mallorca, del primer grupo de turistas alemanes que llegó a la Isla en junio del 2020. El personal de los hoteles que habían abierto después del confinamiento aplaudió a los turistas recién bajados del autocar que los había traído del aeropuerto. Mallorca, ya se sabe, se considera medio en broma medio en serio, el land número 17 del país que –todavía durante algún tiempo– seguirá dirigiendo Angela Merkel después de las elecciones de ayer. Antes del parón de la pandemia, Balears recibía anualmente 4,5 millones de turistas procedentes de Alemania.
No hay constancia –ni gráfica, ni escrita– de que Angela Merkel pasara como turista por Mallorca pero, desde luego, sí sabe situarla en el mapa, sabe pronunciar su nombre y hasta lo ha oído en los debates del Bundesrat –la cámara de los landers, equivalente al Senado español–, y también en Bundestag, la Cámara baja del Parlamento alemán. Merkel hasta podría tener referencias de la novela La Isla del segundo rostro, de Albert Vigoleis Thelen, que viajó a Mallorca en los años treinta del siglo pasado. En esta Isla, se ambienta la novela y su autor, alemán, tiene una placa dedicada en una calle de Palma.
La todavía canciller sólo ha estado (al menos en esa condición) una vez en Mallorca; donde según datos de 2020 residen 15.931 personas nacidas en Alemania del total de 18.790 que residen en Baleares. La visita fue el 31 de enero de 2008. Aquel día se celebró una cumbre hispano germana (José Luis Rodríguez Zapatero era presidente y participaron ministros y ministras de ambos gobiernos). La canciller, además, aprovechó su presencia en las Islas para recoger un premio que le había otorgado el Foro Nueva Economía. Se lo entregó el presidente del Gobierno. Fue una ceremonia que se celebró en Sa Llotja y no duró más allá de 45 minutos; quizá demasiado para la estrategia resolutiva que define a Alemania y, especialmente, a la canciller.
Aquella visita a Balears había sido preparada hasta el más mínimo detalle. Francesc Antich era el presidente balear pero su participación en el evento no fue decisiva. Años después, ha recordado a este diario que la idea se la planteó Zapatero. Fue, desde la distancia, un éxito para la política internacional de ZP. «Merkel juega en casa estando en Mallorca», dijo. Y la canciller (eso fue al recoger el galardón) indicó que «los turistas que cada año visitan Mallorca son un puente entre su país y España».
La mediación de Antich
Donde sí tuvo un papel más destacado el entonces presidente Antich fue en una vista del antecesor de Merkel: el socialdemócrata Gerhard Schröder. Éste, contrariamente a la canciller actual, sí era un habitual de Mallorca. Pasaba varias temporadas en Valldemossa y conocía gente en las Islas. Schröder contactó con Antich para expresarle su deseo de conocer a José Luís Rodríguez Zapatero. Antich fue el mediador. Algún restaurante hay en Palma con fotografías de ambos en sus paredes.
El SPD tenía contactos con el PSOE (más de los que tiene la CDU con el PP de hoy), algunos tejidos por un dirigente del PSIB ya fallecido: Josep Moll.
Moll, periodista, vivió en Alemania, donde trabajó en Radio Baviera. En 1968 ingresó en el SPD e impulsó, además, una federación del PSOE. Moll, que hablaba perfectamente alemán, hizo de intérprete de las conversaciones entre Antich y el antecesor de Merkel.
Ésta, en 2008 y en su única visita conocida a Mallorca, no tuvo demasiado tiempo de conocer la Isla pero, seguramente, sí debió ayudarle para la toma de decisiones. Cuentan que no se corta nunca a la hora de expresar su opinión y que va a su ritmo. A Zapatero le dijo que le deseaba muchos éxitos pero que de cara a la siguientes elecciones en España tenía más coincidencias con Rajoy. Si regresará a Mallorca como turista, es una incógnita.
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