Los espejos de casa eran como inquilinos molestos y problemáticos para Sandra Cañadas, 38 años. Pasar por delante de uno conllevaba mucha fuerza de voluntad. Verse en él, casi imposible. Aquel reflejo le mostraba su realidad, aquella que le costaba aceptar. Pero hace un año se quitó de encima su mochila pesada. La obesidad es la enfermedad crónica que llega pero no se va. Se estima que la obesidad y el sobrepeso afecta a un 16,3 % de la población adulta en Baleares, según datos del Ministerio de Sanidad. Más del 80 % de los pacientes se someten a cirugía para acabar con los quilos en exceso. Y solo el 5 % lo logra sin ninguna intervención.
En verano de 2020, Sandra pasó por una gastrectomía para reducir su estómago un 80 % en el Centro Integral de Nutrición de Balears (CINIB). Entró con 136 kilos, lo que se consideraría una obesidad extrema. «Siempre he tenido sobrepeso, aunque con los años fue en aumento. A todo esto, se me añadieron trastornos alimenticios, como atracón y bulimia. El desencadenante es que te asquea tu cuerpo, no te miras en el espejo porque no te gustas, dejas de hacer cosas porque sabes que no puedes. Incluso las relaciones personales cambian». Las dietas milagros no existen. Ella probó de todo. La Sandra con sobrepeso se alimentaba por impulso. «Si estaba triste, comía. Si estaba contenta, comía. Si estaba depresiva, comía. Todo lo que sentía, en cualquier momento, lo apaciguaba con la comida. Me alimentaba mal, no era sano. Tomaba bebidas con gas, dulces...», rememora.
El doctor Alberto Pagán, jefe de CINIB, es algo así como un mago para todos sus pacientes. Se emociona, de hecho, al verles felices. Explica que esta enfermedad crónica «desencadena otras afecciones, como la diabetes, hipertensión o la apnea del sueño, entre otras muchas». Explica que los grados de obesidad van en función del Índice de Masa Corporal (IMC). Cuando el paciente se encuentra en un indicador entre 25 y 29,9 se considera sobrepeso. Si el índice se sitúa entre los 30 y 34,9, el paciente sufre obesidad clase uno, mientras que la clase dos (riesgo moderado) oscila entre los 35 y 39,9 puntos de IMC. Finalmente, el grado tres es igual o mayor a 40 (alto riesgo).
Al cumplir la mayoría de edad, Carlos Jiménez, 28 años, se autoregaló adelgazar. Empezó tanteando una dieta que hacía su mejor amiga Sandra. Poco a poco, convirtió este proceso en un estilo de vida. Desde entonces no ha bajado la guardia. Ha pasado de 120 kilos a pesar, hoy, 60. Su caso es uno de los pocos que consigue adelgazar sin intervención. «Me hice adicto a los resultados y por eso continué. Cuando empecé con la primera dieta, a mis 18 años, perdí 30 kilos en tres meses. Fue mucho peso en poco tiempo, así que me tuvieron que quitar grasa del pecho». Carlos no fue consciente de su obesidad cuando todavía era un adolescente. «Mis amigos me decían que tenía que bajar peso. Asentía con la cabeza pero no me ponía en serio». Dice que empezó a darse cuenta a la vez que venían las ganas de «salir con chicas o vestirme mejor y ver que no puedes. Y ahí tienes que cambiar la mentalidad para no sentirte mal». Por suerte, bromea, «siempre me he reído de mí, y sigo haciéndolo».
Su problema con la comida no era tanto la calidad, sino la cantidad. «No era mucho de guarradas ni golosinas. Lo que sí es que comía mucho en casa de mi abuela. Platos enormes. Creo que comía con ansiedad. Eso, sumado a la falta de deporte». Hoy Carlos está en proceso de aumentar masa muscular, se levanta cuando los gallos cantan, se viste y se va al gimnasio. Así, desde hace 10 años.
Gaelle Durieux, 38 años, estaba psicológicamente muy afectada cuando decidió someterse a una gastrectomía. A los 25 años sufrió una embolia pulmonar. Tras la operación engordó 30 kilos, con lo que subió a los 115. Se quedó embarazada y volvió a tener ansiedad. Con ya 134 kilos «dije hasta aquí». Se sometió a una intervención hace un año. Y todo cambió. «Cada día, después de trabajar, llegaba a casa y me tiraba en el sofá. Tampoco hacía vida con mi hija, de siete años».
A Gaelle se le murió su padre y a su madre le detectaron un cáncer que superó. Con todo, más que en su enfermedad crónica, pensó en su hija. «No quería llegar a los 63 años y que no tuviese madre. Esto fue lo que me llevó a decidir cambiar. No quería seguir muerta en vida». No tiene fotos en su teléfono móvil. De hecho, apenas recuerda su sobrepeso. Quizás ha querido borrarlo de su cabeza. Pero sí que es conscientes de la gordofobia que ha sufrido. «‘Mira la gorda, que no se puede mover'», me decían». Y es que la obesidad sufre también otra discriminación especialmente cruel: la de la sociedad.
El apunte
El 80 % de la diabetes se debe a la obesidad
El endocrinólogo de Juaneda Hospitales y jefe de Servicio de Endocrinología de Son Llàtzer, el doctor Luis Masmiquel, explica que el 80 % de las diabetes tipo 2 están altamente relacionadas con la obesidad. Recuerda que para paliar las consecuencias de esta enfermedad crónica se necesita un equipo multidisciplinar detrás del paciente. Con el sobrepeso no hay milagros y lo que más recomienda es un proceso adecuado, a través de un análisis del entorno del paciente.
2 comentarios
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Muy buenos resultados.enhorabuena
Mi más sincera enhorabuena. Tenéis una gran fuerza de voluntad 💪