Una sirve para recordar que hubo algún tiempo en que interesaba escuchar el discurso de la persona que presidía la Cámara cuando su partido político no coincidía con el de la persona que presidía el Govern (y eso vale tanto para Maria Antònia Munar, Maximiliano Morales, Xelo Huertas o Balti Picornell). Entonces tocaba fijarse en si los discursos desafinaban o iban en línea con el que se había oído la noche anterior en sa Llonja. Ahora ya no. No es que lo dicho por Thomàs no desafinara con lo que había leído la presidenta Armengol anteayer. Es que parecía escrito (aunque, seguramente, no fue así) por la misma mano. Como mucho, donde la presidenta del Ejecutivo dijo Ley de Educación, el presidente del legislativo dijo Ley de Juventud.
Thomàs es un gran maestro de ceremonias, cualidad muy valorada para la parte institucional que supone presidir el Parlament. Pero también es un hombre de partido (es posible que pronto le nombren presidente del Consell Polític del PSIB) y pareció que a nadie se le pasó por la cabeza recordar que entre las competencias del Parlament está la de control del Govern. Nadie insistió demasiado en ello y tampoco se incluyó entre las lecturas de artículos del Estatut al artículo 40 que se ocupa del asunto. El acto, sí, tuvo algo más de público que el del año pasado pero todavía quedó lejos de los anteriores a 2020. Con mascarillas todavía y sin los canapés de rigor. Pero con la música de la (cuasi) normalidad y como esperando a que un bel di vedremo.
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La izquierda de caviar.