«Es una manera amable de tratar a los alumnos, pero requiere un entreno muy importante para el adulto, que en general ha sido criado en el ‘no puedo', ‘lo has hecho mal' o ‘eres un inútil'», comenta la fundadora de la escuela infantil Beautiful Mind de Palma y guía Montessori, Eva Piquer. El sábado ofrecerá una conferencia sobre disciplina positiva en el Bellver College, dirigida a cualquier persona, con el objetivo de generar sinergias entre colegios, según la profesora del centro y cofundadora del proyecto educativo Young IAM's, María José Guasp. La escucha activa, la comunicación con afectividad y la salud mental marcarán la charla.
La disciplina positiva rechaza las palabras negativas y los malos modos, que son fruto de una «frustración» del adulto que no sabe gestionar, comenta Piquer. «La voluntad de cambiar el interior del adulto es esencial; no basta con una formación», advierte, y recuerda que el método Montessori obliga a tener un cuaderno para reflexionar sobre cómo se actúa con los niños. «Se trata de saber qué te hace actuar mal, qué te dispara», insiste, y destaca que en una etapa como la infantil hay que saber «dominarse mucho». «Ese es el control de la disciplina positiva», apunta. Todo esto es algo que los padres también deben de asumir: «Hay que saber cómo funciona nuestro cerebro, el corazón y las tripas», añade Piquer, que dice que la disciplina positiva se puede aplicar a cualquier edad.
«Si en clase no tienes a un profesor que transmita confianza y tranquilidad, para el alumnado es peor», dice Guasp. De hecho, considera que hay docentes que no deberían estar en los centros. «Si todo el mundo estuviera por vocación y por hacer un bien a la comunidad, hablaríamos de otro tipo de educación», señala, y advierte que no habrá mejoras, por mucho que se modifique la ley educativa si los profesores no cambian.
Libertad con límites
Sobre la posibilidad de que la disciplina positiva pueda ser demasiado permisiva con los alumnos, Eva Piquer responde que esta filosofía «aboga por la libertad con límites». «También habla de dar opciones, porque cuando los niños las tienen, las reciben muy bien», asegura. La idea es poner un límite fijo «con amabilidad». Stephania Crespo visualiza esto con un ejemplo: «En vez de decirle al niño que no corra, le invitamos a caminar». En la misma línea, comenta que es preferible decirle al alumno que ha hecho bien un dibujo y preguntarle cómo lo ha pintado para «que sienta que su opinión cuenta; eso le motiva a hacer más cosas», considera la profesora.
El apunte
Conferencia para «crecer juntos»
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