Desde Convivèxit reclaman la cooperación entre el policía tutor, los ayuntamientos y los centros educativo, sea donde sea que se produzcan las situaciones de acoso, «en un club deportivo o en el parque del pueblo)». A falta de conocer el número de casos protocolizados el pasado curso, este tipo de situaciones, explica Amengual, «se producen y se seguirán produciendo». Uno de los principales enemigos para la detección es que se minimice el problema. «A veces se ha hecho, pero cada vez menos porque estamos más sensibilizados», añade.
Según Aina Amengual la Administración tiene muchas formas de iniciar un protocolo. Por un lado Educació realiza formaciones a la comunidad educativa y a las familias para sensibilizarles y dar herramientas de detección. De esta manera se facilita que «lleven las gafas puestas». Quien vea un problema de soledad, de tristeza, o que molesten a algún alumno que ha perdido las ganas de ir a clase debe notificarlo. «Puede llegar de muchas vías diferentes, el centro educativo tiene sus canales y todos allí deben saber a quién y cómo notificarlo», señala la responsable del programa.
Amengual dice que el protocolo se debe activar de manera prescriptiva ante cualquier sospecha para que la familia sepa que cuenta con el apoyo de la administración para asesorarles. Y si una queja existe todavía en la resolución de este tipo de agresiones es que en muchas ocasiones sea la víctima quien termine cambiando de centro. Sin embargo, desde la Conselleria aseguran que no es aconsejable en ningún caso porque se revictimiza al menor. En los casos de bullying «no hay que culpabilizar sino gestionar la conducta de los agresores y ayudar a la víctima a que pueda convivir en el centro trabajando con el grupo. Se intenta que sea un aprendizaje, se fomenta la resiliencia», señala.
Precisamente sobre los acosadores, Amengual advierte que «son personas que también necesitan ayuda, porque no se saben relacionar bien». Este perfil, dice, «trata de llamar la atención, buscan lideraje, por lo que se les intenta poner a personas que les tutoricen o ayuden a reflexionar sobre sus conductas». Se trata, recuerda la especialista, de niños y adolescentes porque lo que no se busca ni castigar, ni denunciar sino que reparen el mal y que haya un aprendizaje.