Joan Llompart, nacido en 1903, emigró a Francia con sólo 16 años para huir del hambre en Mallorca. Michel detalla que su padre acabó en el pueblo de Annemasse, cerca de la frontera suiza, «donde instaló un negocio de frutas y verduras que le funcionó muy bien. Fue bien acogido y regresó en pocas ocasiones a Mallorca. Una fue para hacer el servicio militar y otra para casarse con mi madre, la también algaidina Juanita Ballester. Con la Segunda Guerra Mundial, al no estar metido en política y tener un negocio de distribución de frutas y verduras, la Resistencia francesa le pidió que suministrase víveres a sus miembros. Sin embargo, en 1944, la Gestapo le descubrió, le apalizó en los interrogatorios y fue enviado al campo de Buchenwald, donde coincidió con el que sería político y escritor Jorge Semprún».
Michel Llompart cuenta que «en Buchenwald todo eran humillaciones. Mi padre perdió su nombre y era sólo un número. Al principio, cuando le llamaban por ese número en alemán, él no lo entendía y, al no responder, era objeto de nuevas agresiones. Como muchos españoles en campos de concentración nazis, el régimen de Franco no quiso saber nada de ellos. Y el caso de mi padre era diferente al de los republicanos exiliados, pues él era un emigrante por necesidades económicas que ya llevaba 25 años en Francia. Mi padre era un apátrida».
Se calcula que en Buchenwald murieron unas 56.000 personas. Muchas de ellas eran enviadas a campos de trabajo, muriendo por desnutrición o agotamiento físico, y Joan acabó en las minas de sal de Plömnitz. Michel señala que «mi padre era un hombre grueso. Pesaba unos 100 kilos. En tan sólo un año, regresó con 45 kilos». En Buchenwald se incineraba a los muertos (allí fallecieron unos 11.000 judíos) y se hacían experimentos clínicos con los prisioneros, entre ellos curar a los homosexuales. Semprún apuntó con posterioridad que «sigo sin poder explicar el olor del humo de mis compañeros incinerados». Michel Llompart añade que «un amigo de mi padre, al regresar de todo aquello, no podía comer carne cocinada porque le recordaba ese olor».
La madre de Michel daba a Joan por muerto, pero en 1945, con el final de la guerra, le informaron de que había sobrevivido y de que llegaría en tren, junto a otros como él, a la estación de Saint Gervais. Michel recuerda ese momento: «Entre mucha gente, vi a un hombre que se acercó hasta mí y me abrazó. Con sólo 6 años de edad, no le reconocí. De hecho, no era muy consciente de todo lo que pasaba». A pesar de ese reencuentro, Joan y Juanita se separaron, y a los pocos años Michel y su madre regresaron a Mallorca. Hasta que Joan murió, en 1980, indica Michel, «él venía a Mallorca y yo iba a verle a Francia. Pese a la distancia, siempre tuvimos una buena relación».
4 comentarios
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ToniSí, lo que passa és que aquí qui va fer el cop d'estat i dugué la dictadura foren d'extrema dreta
ToniTotalmente de acuerdo. Y sobre todo, veamos la diferencia de un pais que ha pasado pagina junto a todos los implicados y un pais como España, donde la guerra sigue 80 años despues alimentado por extremistas y politicos sin moral ni calidad, escoria en definitiva. Aqui seguimos anclados desenterrando y recordando Paracuellos y otros fusilamientos crueles. Y al amigo exytremista Siset ... el auge de la extrema derecha viene provocado por el auge de la extrema izquierda. Personas normales, integras y con moral no defienden eso ....
SisetTots els extrems son dolents, la dreta i l'esquerra. Recorda-ho també.. que no es torni a repetir.
Està molt bé la història per saber les conseqüències de tolerar l'extrema dreta a Europa, mos estam equivocant una altra vegada