Antoni Nicolau, jefe del servicio de Epidemiología, trabajando con su equipo. | Pilar Pellicer

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Creado en 1992 el Servicio de Epidemiología de Baleares lleva veinte años vigilando la salud de los ciudadanos y ciudadanas de las Islas. Hasta el año 2021 centraba su labor en el control y seguimiento de las llamadas enfermedades de transmisión, especialmente las de transmisión respiratoria como la gripe, pero también otras de vigilancia obligatoria como la tuberculosis. Desde el 26 de febrero de 2021 ha ampliado su horizonte incorporando 70 enfermedades transmisibles pero también no transmisibles como las llamadas enfermedades raras o las que padecen los trabajadores expuestos a amianto. También el cáncer.

La pandemia ha evidenciado la necesidad de contar con servicios de epidemiología eficaces pero el mundo ‘postpandémico’ apuesta por la salud pública en mayúsculas. El Gobierno central ha dado orden a las comunidades autónomas de homogeneizar los criterios de vigilancia y seguimiento epidemiológico con el objetivo de disponer de un banco global de datos, con independencia del territorio que nos ocupe. La idea básica es aumentar esfuerzos hoy para disponer mañana de herramientas capaces de medir e incluso predecir tendencias en materia de salud pública. Los especialistas se convertirían así en una especie de ‘meteorólogos de la salud’. A partir de sus mediciones y predicciones se implementarán políticas de prevención.

Antoni Nicolau es el jefe del servicio de Epidemiología que integran actualmente ocho enfermeros, cinco médicos y tres administrativos. Todos ellos reciben además el apoyo de los centros satélites de Eivissa y Menorca (con tres técnicos) y cuentan con otros apoyos externos (la red centinela, los hospitales públicos y privados, atención primaria, prevención laboral…). «Hemos crecido en parte antes de la pandemia y en parte a raíz de la pandemia. La pandemia evidenció la necesidad de potenciar recursos humanos en vigilancia. El 80 % de nuestro trabajo es de vigilancia de enfermedades transmisibles, pero la vigilancia de salud pública son muchas cosas más, algunas que hacemos desde aquí y otras desde otros departamentos. El Ministerio y las comunidades autónomas están potenciando la estandarización de la vigilancia de salud pública en materia también de riesgos laborales, ambientales, vigilancia del cáncer… la vigilancia de la salud pública más allá de lo transmisible», explica Antoni Nicolau.

Equipo del Servicio de Vigilancia Epidemiológica en Baleares

Las unidades de vigilancia, en esta y otras comunidades autónomas arrancaron con el control de enfermedades transmisibles, y esa es la parte que hoy está más potenciada. «Ya ha ido bien que fuera así con la pandemia, pero por poner un ejemplo aquí gestionamos el registro de trabajadores expuestos a amianto o el registro de enfermedades raras», dice Nicolau. Prácticamente todos los sistemas de información que realiza el servicio de Epidemiología en Baleares se hacen con el Centro de coordinación de alertas sanitarias del Ministerio y con el Centro Nacional de Epidemiología. «Tenemos históricos de muchas enfermedades y eso nos hace tener un sistema con cierta tradición y cantidad de datos. La diversificación de competencias en mi opinión sigue siendo un problema porque exige un permanente esfuerzo de coordinación y homogeneización de protocolos para que todos estemos hablando de lo mismo en cada circunstancia y en cada contesto de vigilancia», añade el jefe de servicio.

El listado de enfermedades de las que se hace seguimiento está en revisión continua: «Se han incorporado nuevas, sobre todo las que no estaban en orden legal ninguna pero que han ido apareciendo como el ébola, el zika el chinkungunya, el dengue… Pero el principal cambio que nos afecta es que enfermedades que antes se vigilaban de forma numérica pasan ahora a ser de vigilancia individualizada: la salmonelosis, la gripe… El cambio legislativo se produce en 2021, pero con la pandemia lo demás quedó en cierta medida paralizado. La idea es que ahora poco a poco la situación se vaya normalizando para cumplir los objetivos inicialmente previstos», dice Nicolau.

Las conexiones con el sistema de salud son imprescindibles para mantener este ritmo de registro de datos. Se hace un recuento semanal de datos y para determinadas enfermedades como la tuberculosis se hace un seguimiento del tratamiento del caso (si lo termina o no, si se va a otra comunidad o no). La COVID-19 ha liderado en los últimos años el ránking del registro de datos. «No hemos tenido ninguna enfermedad que en dos años nos genere 300.000 casos. Fue una enfermedad desde el principio de vigilancia individualizada de casos y de contactos, luego ya solo de casos. Sin duda ha sido la que más número de casos ha generado», dice el experto.

Jaume Jiménez es el coordinador del equipo que se ocupa de lo que se conocía popularmente como red centinela. «Antes teníamos una red de centros centinela para la vigilancia de la gripe. Durante la pandemia se paralizó el funcionamiento de esta red y ahora se ha puesto en marcha un nuevo sistema de vigilancia en base a centinela. Una parte llega a través de lo que diagnostican los médicos de primaria y otra parte llega al hospital de referencia. La parte de los médicos de primaria nos indica el volumen global general de lo que están diagnosticando aunque no tengamos la exactitud del diagnóstico biológico. No todos los médicos envían sus datos sino 40 repartidos por las Islas, de forma proporcional a la población», dice.

Cada semana comunican los cinco primeros casos que ven y toman una muestra para que se haga un estudio microbiológico que determina si aquello que le parecía al médico un resfriado, un rinovirus o una gripe (entre otras) lo es. Además se comunican los casos graves de gripe, COVID-19 o de otros virus respiratorios ingresados. A partir de ahí se tiene un porcentaje de casos semanales que han de ingresar en hospital por una sospecha de enfermedad respiratoria aguda o bien casos más leves que están en atención primaria. Se envían los datos de cada comunidad y el centro nacional de epidemiología suma las cifras.

«Cuando dan la tasa nacional es una media. Aquí la gripe solía venir más tarde. Este año la estacionalidad de la gripe es una incógnita porque con la COVID-19 desapareció. Probablemente volverá a recuperar su terreno. En el otoño e invierno no aparecía ningún virus de gripe hasta que la COVID empezaba a disminuir la enorme subida. Ahora se va equilibrando, la COVID-19 va bajando en proporción y los otros virus van recuperando su terreno, su sitio ecológico, no el que desearíamos», explica el director del servicio de Epidemiología, Antoni Nicolau. «Ahora está empezando, el comportamiento de la gripe es parecido a otros años, en octubre hay poca gripe, bastantes virus respiratorios (VRS) sobre todo en los niños más pequeños. Esto siempre suele preceder a la subida de la gripe, parece que se está cumpliendo. El año pasado teníamos la COVID-19, mucha mascarilla y los grupos burbuja. Los mecanismos de transmisión estaban bastante cercenados», añade.

Los niños que han crecido en pandemia no han tenido contacto con esos virus de gripe que hacen que te infectes y generes anticuerpos. Según los expertos eso no quiere decir que si ahora se infectan sea mucho más grave. La gripe no suele ser grave en niños, tienen una buena respuesta inmunológica, igual que la COVID. En cualquier caso «aún es pronto para llegar a hipótesis. Requieren de una investigación y estar muy seguros de las afirmaciones que realizamos. No tenemos varitas mágicas», avisa la doctora Magdalena Salom.

Más que para aumentar la rapidez o la velocidad de la detección de nuevas enfermedades la vigilancia epidemiológica sirve fundamentalmente para ver tendencias. Tendencias de la propia enfermedad y tendencias del comportamiento de los microorganismos fundamentalmente. «Ahora se le quiere pedir más a los servicios de epidemiología: detectar tendencias. «Es el futuro de la epidemiología. Que nos convirtamos en algo así como la meteorología. Empezar detectando qué es lo que hay y ha habido e intentar prever por dónde va a venir, qué es lo que va a aumentar y qué es lo que va a venir: el futurible más cercano», explica Jaume Jiménez.

«Hacer modelos estadísticos, saber cuántas variables podemos conocer para saber el tipo de contagiosidad, la virulencia del virus, la protección individual, el número de contactos ,por donde va a aumentar, cuándo y por cuánto tiempo, cuando va a bajar, cuando va a subir... Hay muchos sitios que están haciendo muchos estudios de modelización que darán fruto en el futuro», añade.

El jefe del servicio de Epidemiología, Antoni Nicolau recuerda que «La vigilancia está ya como muy globalizada y lo demuestran por ejemplo estos casos de hepatitis que empezaron en el Reino Unido. En cualquier sitio en que se detecta cualquier incidencia o enfermedad que llama la atención por algo, rápidamente las redes de vigilancia lo conocen. Recibimos a veces alertas de cosas que pueden haber ocurrido en cualquier país. Esto ha avanzado mucho. No quiere decir que no puedan pasar cosas desapercibidas pero hay mucha coordinación internacional y cada vez es más difícil que ocurra. En esto se ha avanzado muchísimo».