Felicidad Gomariz, cuidadora. | P. Pellicer

TW
0

Felicidad Gomariz tiene 62 años y es cuidadora de su marido que padece alzheimer desde hace un lustro. Trabajaban juntos en un hotel. «Él era cocinero y yo la maître». Un día, «las compañeras me pusieron en alerta porque de repente se le olvidaban las cosas». A raíz de aquellos comentarios contactó con un médico que la derivó a un neurólogo… «y hasta ahora», se encoge de hombros. Su marido tiene hoy 67. La gente acostumbra a preguntar por él porque es muy duro para el paciente pero ¿qué pasa con el que está a su lado? «Complicado», responde. «¿Quién nos cuida a nosotros?». ¿Cómo le ha afectado la enfermedad de su marido a su vida? «Egoístamente, mal, porque tengo que seguir trabajando a la vez que cuidar de él y las situaciones son difíciles…».

¿Recibió algún tipo de formación cuando supo que tendría que cuidar de él? «Lo que cuentan cuando te viene el problema. Lo que dicen los médicos. Lo que ves en internet», señala. «Me compré un libro…». Pasado este tiempo ha dado el paso de acudir al taller de Pacient Actiu. Lo hizo sin muchas expectativas pero en cada una de las sesiones descubre algo. «Nos conocemos todas de s'Arenal pero no sabíamos los problemas de cada una hasta que hemos hablado aquí. Son problemas similares. Hay mucha soledad entorno al cuidador», explica. También «vienes aquí dos horas y te despejas pero cuando llegas a casa sigues teniendo el problema. Estás tú, es para ti».

Surgen las dudas de cómo se las arregla una mujer trabajadora que vive sola con la persona dependiente. «Trabajo en temporada. Estoy en el comedor de 7.30 de la mañana a 11.00. Luego por la tarde hago el turno de la cena, de 18.30 a 22.30. Menos mal que no dependo de coche, vivo cerca del hotel»... De hecho lo ve desde su casa. Cuando no está, «tengo dos hijos que por la tarde vienen a controlar y a estar con él pero también trabajan y tienen que hacer su vida». ¿Y por la mañana? «Duerme, si se levanta hacemos la dinámica». Como cuidadora, Felicidad puede acogerse a un reducción de jornada y de sueldo que le permite cotizar como si siguiera a jornada completa. «Es la única ayuda de la Administración». Tras repasar su historia ¿cómo se siente? «Pues no pasa nada.. Pero qué rabia. Es lo que nos ha tocado y hay que afrontarlo. Yo siempre lo digo: si él está tranquilo, una está tranquila y si él está nervioso, una está nerviosa ¿Hay más días de nervios que de tranquilidad? Sí, y estoy atacada. Lo que me espera a mí no es poco».