Àngels Busquets, formadora. | P. Pellicer

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Àngels Busquet es paciente de la enfermedad de Crohn y además es cuidadora de su madre, ya mayor. El año pasado estuvo dos meses separada de ella, ingresada en el hospital, «y de repente el mundo se te cae encima», explica. «No sabes ni si tú misma saldrás de ésta, es doloroso. Sientes que vas para abajo». Àngels se define como una persona muy positiva, siempre optimista, por eso «cuando vi que me despertaba en el hospital llorando dije: no puede ser, algo hay que hacer». Y salió adelante. A los pocos meses conoció la existencia del programa Pacient Actiu de la Conselleria de Salut «por casualidad» y con él «he empezado a revivir», confiesa.

¿La experiencia para ser formadora es...? «Impresionante», responde terminando la frase. «Lo bueno que tiene es que nos integra. No es hago sanitario sino que formas parte de la solución lo que, para empezar, te sube la autoestima», añade. El primer taller al que se acudió es al de formador. Su grupo se hizo en Inca y a él fueron pacientes de diferentes patologías desde diabéticos a enfermos renales o con cardiopatías. Al final, dice, «todos tenemos una enfermedad crónica que no se curará ni nos matará». Una vez reunidos, «te das cuenta de que te abres mucho porque a todos nos pasa lo mismo: te encuentras solo, sin saber qué hacer y te dan las herramientas». Desde su experiencia, Àngels Busquets recomienda que, tras un diagnóstico crónico, se acuda a una asociación de pacientes y se dejen guiar por los profesionales. «Lo que no entiendes, pídelo, seguramente habrá que cambiar hábitos pero hay que informarse como toca, no de oídas. Además no a todo el mundo les sirve lo mismo», aconseja. Lo cierto es que hay muchas enfermedades crónicas «y a veces te encuentras muy solo». A los formadores les enseñan las herramientas para salir adelante, sin importar la concreción de la patología.

Y, posteriormente, cada vez que se hace una presentación del programa Pacient Actiu invitan a dos o tres formadores para que se familiaricen con la dinámica, «a mí me invitaron al taller, entre iguales, de cuidadores». En este espacio, «más que contar mi experiencia nos ayudamos mutuamente. Subimos el ánimo, la autoestima, cogemos habilidades para no hundirte...», explica. Y es que «un cuidador está muy solo, se le reduce el círculo social. Por eso hay que cuidarse y gestionar el estrés». Ser cuidador es un acto de amor. «Lo más importante de los talleres es que dan esperanza, podemos salir adelante».