Los hermanos Toni -con mascarilla por ser contacto estrecho con un paciente con COVID-19- y Andreu Gomila, en la residencia Huialfás de Sa Pobla. | M. À. Cañellas

TW
2

La vida te da segundas oportunidades. Andreu tiene 78 años y ha dedicado su vida al mar, Toni es tres años mayor y, en cambio, ha trabajado en el campo desde los 14. Comparten genes, familia y apellido, Gomila. Pero han estado separados durante años. Tan lejos tan cerca. Se han reencontrado hace tres meses en la residencia de ancianos de Huialfàs, en Sa Pobla, gestionada por el IMAS. Una nueva oportunidad para convivir, una nueva oportunidad para ser hermanos que la vida les negó.

«Solo me dijeron que llegaba un nuevo residente y que se llamaba Toni Gomila, como uno de mis hermanos -rememora Andreu-. Cuando 'el nuevo' apareció en el salón de la residencia, nos quedamos mirando fijamente, como pasmarotes. La verdad es que no nos reconocimos de primeras», confirman los hermanos con humor. Dan fe de ello los trabajadores del centro: «Fue un momento tan surrealista como encantador. Los dos son 'muy para dentro', como buenos mallorquines, se guardan las emociones. Les costó darse un abrazo. Pero ahora pasan mucho tiempo juntos», relatan.

mc0805230014423.jpg
Toni Gomila, en primer plano, ya sin mascarilla, y su hermano, Andreu, alejado.

Nacieron en Felanitx en la época más dura, la postguerra. Eran seis hermanos. Fueron años difíciles, pero cuando les preguntas por su infancia, se muestran reacios a hablar de ella. «Éramos muchas bocas que alimentar en casa. Nuestro padre trabajaba en un fábrica de tejas y mi madre eea ama de casa. Íbamos descalzos por todas partes y pasábamos hambre», dice en voz baja Toni, ante la mirada inquisitoria de Andreu. Al mayor de los Gomila no le gusta hablar del pasado. Eso queda claro.

Quizá la necesidad fue el motivo por el que a Toni lo enviaron a un hospicio de pequeño. Algo habitual en esa época en las familias numerosas que no podían mantener a todos sus hijos. No abandonó ese lugar hasta los 14 años. De ese capítulo de su vida solo dice que «no guarda buen recuerdo». Silencio. Andreu también recaló en la misma institución, pero duró poco tiempo: «La primera semana le tiré un tintero a la cabeza a una monja y me echaron de allí. Nunca las he soportado. Fue lo mejor que me pasó», recuerda el anciano marinero, que lleva tres años en la residencia Huialfàs y aún hoy echa de menos el olor del mar.

mc0805230014429.jpg

Uno dedicado al mar y otro al campo. Toni ha vivido casi toda su vida trabajando en una finca en Portocolom. Quizá por eso durante esta entrevista se pasa más tiempo mirando los árboles frutales que hay en esta residencia del Institu Mallorquí d'Afers Socials (IMAS) que atendiendo a las preguntas que le hacemos. «Todavía se está adaptando a vivir en la residencia», apuntilla conciliadora una de las trabajadoras de Huialfàs. «A veces cuesta más». Los dos hermanos han tenido tiempo ya para ponerse al día y hacer un repaso a sus vidas, también preguntarse qué ha sido del resto de su familia.

El mayor de los hermanos, Miquel, vive en Palma y hace unas semanas fue a visitarles a Sa Pobla; Onofre, que se trasladó hace unos años a Valencia, era el que cuidaba de Toni; el tercero, Juan, ya ha fallecido; y a la benjamina de la familia, María, le perdieron la pista hace años. Solo tienen constancia de que cuidaba a una señora mayor en la Colònia de Sant Jordi. Pero de eso han pasado muchos años. «Si esta entrevista sirve para que sepa que estamos aquí, bienvenido sea», dicen los hermanos con esperanza de verla. María Gomila, si sigues residiendo en Mallorca y lees esta noticia, tus hermanos quieren saber de ti.