El singular barrio de Santa Catalina ha evolucionado tanto que a día de hoy cuesta escuchar mallorquín por sus calles, localizar una botiga, ver a familias «de toda la vida» en sus portales o acudir un sábado por la mañana al mercado sin ver grupos guiados de turistas. El barrio se construyó pensado para la vida tranquila de la gente trabajadora. En sus inicios habitaban sobre todo pescadores. Hasta 1811, su ciudad administrativa no era Palma, sino Andratx. De hecho, la calle Sant Magí era la travesía principal que conectaba Andratx con Santa Catalina. Algunos vecinos recuerdan los carros circulando.
Si nos ubicamos en el siglo pasado, el barrio era una gran industria, que precisamente se emplazaba en la calle Industria. El escritor y guionista Albert Herranz Hammer ha retratado su historia en diversos libros, como Así era Santa Catalina, mencionando al barrio de Es Jonquet. Hoy es el epicentro de lo más cool de Palma, lejos de ser una opción de compra para los residentes pero sí para los extranjeros que han visto un potencial negocio inmobiliario.
Cati Nadal, de 84 años, es una de las dos mallorquinas de tota sa vida que quedan en la calle Anníbal. Enfrente de su casa, una finca de dos pisos, hay un edificio «totalmente dedicado al alquiler vacacional», informa. Ella es una de las tres hijas de los fundadores de la Merceria Nadal, que abrió en 1924 en la calle Cerdà y que a día de hoy sigue abierta pero con otro propietario. Cati recuerda su infancia correteando por las calles con más niños, con vecinos que eran como familia y con «muchísimas botigues. Nunca ha hecho falta ir a Palma –se refiere al resto de Ciutat– para comprar». En la zona de los molinos, calle Industria, «teníamos desde fábricas de vidrio, carpintería, calzado... », rememora esta vecina.
Maria Milagros Sureda, de 81 años, nació en la planta baja de la fábrica de calzado Can Massanet, ubicado en su día en la Avinguda Argentina. Cuando se casó, marchó con su marido al edificio familiar de éste, de los Pieras. El bloque era conocido en Santa Catalina, ubicado en la Avenida Compte de Barcelona. Desde su impresionante ventanal, mira hoy con melancolía lo que fue su barrio cuando todavía era una cría. El tatarabuelo de su difunto marido compró esta finca en la que sigue y en la que creció su hija, Elena Pieras.
«Yo vivía en un barrio que era muy industrial, lo conocí cuando todavía se llamaba Arrabal de Santa Catalina. Estaba repleto de cines y más tiendas. La mayoría de viviendas eran plantas bajas de gente humilde, pescadores sobre todo, y muy tranquila. Yo procedía de una familia que tenía una mercería en la calle Dameto, se llamaba Confecciones Vich, pero había otras mercerías como la de los Nadal». Vecinas como Maria o Cati todavía se acuerdan del sonido que hacía el tranvía, que conectaba la barriada con Gènova. Muchos mallorquines, rememoran, acudían con el tranvía al Mercat de Santa Catalina. Por mencionar otra peculiaridad, el Bar Cuba era un hostal pero también una cafetería concurrida por los mallorquines. En ese mismo tramo de la Avinguda Argentina había un lavadero de uso diario. Maria Milagros mantiene en esa misma zona un piso construido a finales del siglo XIX.
Boom turístico
Elena Pieras, de 55 años, recuerda sin equivocarse las decenas de tiendas que había ubicadas en calle Fábrica antes de convertirse en peatonal en 2010, un proyecto muy criticado por lo vecinos. «Había una delegación de la Cruz Roja, el cine Moderno, una sala de juegos, zapaterías, una tienda de electrodomésticos...». Nos ubica en los años 90, cuando, de forma progresiva, acuden los primeros extranjeros muy interesados por este barrio «lleno de luz y tranquilo». En ese momento, empieza además a mejorar la problemática de la droga en es Jonquet «gracias a la labor de los vecinos durante años», explica.
«Santa Catalina empezó a cambiar desde el momento en que se peatonalizó la calle Fábrica y a convertirse, todo, en restaurantes y bares». Ocurrió lo mismo que ha sucedido en pueblos tan emblemáticos como Deià: los mallorquines empiezan a vender sus pisos de Santa Catalina porque los extranjeros pagaron cantidades inimaginables de dinero. «Recuerdo incluso que una inmobiliaria llegó a comercializar camisetas del barrio». Poco a poco, la especulación fue una realidad.
¿Por qué Santa Catalina es un barrio de moda? Esperança Lliteras, presidenta de la asociación Barri Cívic, que lleva cerca de 17 años en el barrio, entiende que «los extranjeros se dieron cuenta de lo interesante que ofrecía esta zona de Palma y que, al final, los mallorquines se lo pusieron fácil al irse y venderles los pisos. Y ahora se quejan de que es caro comprar una casa». Una de las reivindicaciones que hacen como asociación es recuperar el sentido de barrio, la tranquilidad –es decir, limitar bares– y el aparcamiento, una lucha que no cesa con el Ajuntament. Ante todo, velan por el incivismo de ciertos negocios. «Esperamos que los políticos se conciencien con el barrio para acabar con ciertas prácticas y recuperar la tranquilidad», menciona Elena Pieras.
46 comentarios
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Este es sólo un ejemplo de uno de los barrios conquistados por extranjeros. En el Terreno ya no se habla español o mallorquín, al igual que en Levante Nou. Es lo que tiene el precio de la vivienda... Esto acabará siendo una colonia y los mallorquines los sirvientes de esta gente
Bueno en lis 80 era un barrio de mallorquines y daba miedo, mejor que se queden los guiris
Soy catalinero de adopción, mi abuelo lo era y ahora lo soy yo, tengo un amor especial por el barrio ya que me recuerda a las mejores épocas de mi vida. El problema de Sta Catalina no son los extranjeros que viven en ella, la inmensa mayoría de ellos son gente tranquila que quieren un estilo de vida pausado, incluso algunos han comprado "engañados" pensando que es un barrio con alta calidad de vida y nada más lejos de la realidad. El problema de Sta Catalina son las 5 discotecas, algunas disfrazadas de bar o cafetería, y badulakes que abren hasta las 4 de la mañana haciendo la vida imposible a la manzana entera donde se ubican. Negocios que atraen flujo de turistas que NO residen en el barrio y si vienen a hacer el burro. El problema no son los residentes.
Ya os podéis preparar, porque en 40 años la inmigración irlandesa del siglo XIX se va a quedar pequeña, y os vais a matar por un billete para el remo del barco rejilla que tanto os gusta hablar.
Una golondrina no hace verano. El barrio de Santa Catalina es muy amplio y sólo un tercio, el más cercano al mar, tiene presión urbanística. Basta pasearse para ver zonas enteras sin propietarios extranjeros. Por otra parte, hemos de tener una mente más abierta. Me considero europeo y conciudadano de los residentes europeos, a los que algunos designan como "guiris" de modo ppoulachero.
Pues ya veréis con la nueva ley de vivienda; Nos va a quedar la isla convertida en un paraíso para suecos.
JaumeEsta es la realidad. Pero para ti para toda Europa. 6.500.000 de migrantes sólo en España. Miralo de manera constructiva. Cada vez menos nacionales pican en las zanjas o nos ponemos las comodidades en casa. El sol sale para todos. Si todas tus energías las empeñas en odiar a las personas que migran, por el camino dejarás de vivir la tuya. Y si alguien se sale del marco de la ley, entonces denunciar y hacer que se cumpla. Es lo que hay.
FerranPor lo visto sólo les molestan los extranjeros que vienen, compran, viven y pagan impuestos, los que llegan para delinquir, okupar, denigrar... esos no les molestan, así va España
Lucas CruzEl principio de igualdad también está contemplado en la ley. En un sistema económico capitalista como el que teníamos en la mayor parte del mundo, la oferta y la demanda tienen sus propios contrapesos naturales. Aquí no hay nada que hacer. Sólo ver quiénes resisten y quiénes se van de la isla por no poder afrontar los gastos.
josep2001Cada uno es libre y único responsable de sus actos. Y por supuesto nadie les obligó a vender. Esa es la realidad. Yo desde luego que no lo vendí. No se cuál es tu regalo, pero algo te impide verla. Mucha suerte entonces.