El genetista mallorquín Lluís Quintana-Murci, en una imagen tomada en París.

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Lluís Quintana-Murci (Palma, 1970) es un biólogo y genetista de renombre mundial. Lleva 25 años viviendo en París, donde actualmente es director de la Unidad de Genética Evolutiva del Instituto Pasteur y catedrático del Collège de France. Es el tercer no francés que ha conseguido entrar en esta prestigiosa institución académica. En el marco del Club Ultima Hora-Valores, Quintana-Murci ofrecerá, el próximo 14 de septiembre en el Aljub del Museu Es Baluard, la conferencia Dels Neandertals a la COVID-19: evolució del genoma humà.

AFORO COMPLETO

¿Cuál es la idea central de su conferencia?
—Mostrar que la genética puede explicar desde nuestros orígenes, cuando hace 60.000 años los humanos de África llegaron a Europa y se mezclaron con los neandertales, hasta nuestra adaptación al clima, al medio y a los patógenos. La genética puede diseccionar nuestro pasado y prever cómo será nuestro futuro, no sólo antropológicamente, también desde el punto de vista de la medicina.

¿Cómo somos actualmente?
—No somos otra cosa que los descendientes de los que han sobrevivido a las grandes epidemias, como la peste, la gripe o la tuberculosis. Esta última enfermedad es la que más europeos ha matado porque está entre nosotros desde hace 2.000 años. Las epidemias de gripe y peste han sido más puntuales.

Y ahora ha llegado la COVID-19.
—La COVID-19 tiene tres factores agravantes: ser hombre, ser mayor y tener sobrepeso. Todos los europeos tenemos un origen neandertal. Entre el 1,5 y el 2 % de nuestro ADN es neandertal. Una parte importante de este ADN neandertal nos defiende de la COVID-19 y otra parte nos agrava si nos infectamos.

¿La mezcla con los neandertales ya nos proporcionó defensas?
—La primera mezcla ya nos ayudó a resistir mejor las enfermedades virales. Los humanos procedentes de África se mezclaron con neandertales que llevaban 300.000 años en el continente, por lo que adquirieron sus factores de protección frente a virus y enfermedades infecciosas. Pero claro, desde entonces el medio ha cambiado y han aparecido nuevos patógenos, y las poblaciones humanas se han mezclado entre ellas. Así, los europeos somos el resultado de la mezcla de cuatro poblaciones humanas: africanas, orientales -que trajeron la agricultura-, de Asia central -que introdujeron las lenguas indoeuropeas- y de los propios neandertales.

¿Y todo este bagaje genético nos condiciona, a favor y en contra, a la hora de afrontar enfermedades?
—Sí. Este bagaje interactúa con el sexo, la edad y el modo de vida. Todo ello hace que tengamos una respuesta inmunitaria u otra. Si estudiamos en profundidad ese bagaje genético podemos predecir cómo puede responder un determinado colectivo a las enfermedades y sembrar las bases de una medicina de precisión.

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¿Una medicina individualizada en función de la genética de cada uno?
—No, una medicina de precisión más que una medicina personalizada. No se trata de trabajar de manera individualizada, sino de trabajar con los colectivos. Por ejemplo, entre la población mallorquina podemos establecer grupos muy reactivos, normales o poco reactivos. Así, ante una enfermedad como la COVID-19 se puede establecer, a través del estudio genético, qué partes de la población mallorquina necesitarían más o menos dosis de vacunas, pero hay que tener en cuenta que una persona puede presentar más defensas efectivas ante la COVID-19 y, sin embargo, ser más vulnerable a otras enfermedades. Eso también nos lo dirá la genética. Conociendo las bases genéticas, podemos determinar qué grupo de población puede presentar una respuesta más débil a una enfermedad y, por tanto, sufrir efectos más severos. Podemos tomar medidas en prevención y, en su caso, de tratamiento

Por cierto, qué grupo de población ha presentado más resistencia a la COVID-19?
—Los orientales, entendidos como Japón, China, Mongolia y el sudeste asiático, han presentado un menor número de muertos en relación al número de afectados. Puede explicarse en que su exposición permanente ha provocado una mayor adaptación y una mayor resistencia que en europeos y africanos.

¿Cuándo podría ser posible esa medicina de precisión?
—Creo que podría ser viable en un plazo de cuatro o cinco años.

¿Otras aplicaciones de la medicina de precisión?
—Por ejemplo, mejorar el uso de medicamentos. En Estados Unidos, sólo el 20 % de los medicamentos funcionan sin tener efectos secundarios. El estudio genético de la población puede mejorar y hacer más eficiente la asignación de los medicamentos, y evitar esos efectos secundarios.

Como científico mallorquín, ¿qué se podría hacer para impulsar la ciencia en la Isla, teniendo en cuenta que hay destacados investigadores?
—No hace falta ser político o economista para saber que con más ciencia e investigación contribuimos a un modelo económico más diversificado, seguro y sostenible, siempre y cuando nuestro principal motor económico, el turismo, también apueste por la calidad y la sostenibilidad.

¿No le gustaría regresar a Mallorca y hacer ciencia desde aquí?
—Mi vida personal y profesional está consolidada en París, aunque nunca se puede decir «no voy a cambiar». De todos modos, desde hace unos años tengo casa en Santanyí y vengo a Mallorca dos o tres veces al año. Me gusta mucho vivir en París, pero nunca me acostumbraré a su clima. La verdad es que siempre añoro los colores y la luz de Mallorca, incluso la del invierno.