Miquel Deyà, en el Passeig Mallorca, antes de la entrevista. | Teresa Ayuga

TW
7

Miquel Deyà (Palma, 1964) dejará el decanato de la Facultat de Filosofia i Lletres de la UIB en los próximos meses al cumplir dos mandatos (ocho años), límite temporal para este cargo. Es de los pocos decanos de la UIB que lleva dos mandatos.

¿Cuándo deja realmente de ser decano?
—Para la junta de facultad ya están elegidos todos los representantes excepto los de los profesores permanentes. Ya será después de las fiestas. El 12 de febrero es el último día para tener nuevo decano, o renovado, en todas las facultades de la UIB.

¿Cuáles son las funciones de un decano?
—El decano es una autoridad académica. Toca todos los aspectos de la facultad excepto el de personal. El decano se ocupa de la calidad académica, los planes de estudios, los horarios, la gestión de los espacios, la relación con el alumnado, los conflictos y la elaboración y ejecución de los presupuestos de la facultad.

¿Principales problemas a los que se ha enfrentado?
—La burocratización, hasta llegar a situaciones kafkianas. Los rectores deberían ser más contundentes a la hora de exigir la simplificación de la gestión de las facultades. Otro problema, también burocrático, ha sido la cotización a la Seguridad Social de las prácticas externas de los alumnos. Esta cotización nos ha llevado a un caos burocrático. Las facultades tienen que revisar los convenios con empresas e instituciones para prácticas externas, y cuantificar días y horas de trabajo realizadas por los alumnos. Todo ello, a cambio de unas escasas cotizaciones que, en realidad, a los estudiantes no les solucionan nada.

¿De qué equipo dispone?
—De un secretario de facultad y de un vicedecano por cada estudio, con los que me encargo de la parte académica, pero el grueso del trabajo burocrático se lo lleva el personal de administración. En la universidad española se da un proceso de creciente y obsesiva burocratización. Creo que el Ministerio y la Agencia Nacional de Evaluación y Acreditación necesitan un baño de realidad.

Todo ello debió complicarse con la COVID.
—Sí, porque hubo que reorganizar toda la actividad docente y dar la cara ante los alumnos y sus familias. Contamos con el apoyo del vicerrector de Docència, Joan Frau, que hizo que los decanos nos sintiéramos más amparados. Hubo que cambiar las guías docentes e implantar sistemas telemáticos en las aulas. Y con la semipresencialidad, hubo que organizar el funcionamiento de la facultad para conseguir la menor presencia posible de personas en los pasillos y fuera de las aulas en general.

¿Con qué presupuesto cuenta actualmente la Facultat de Filosofia i Lletres?
—Correspondiendo al año natural, con 32.000 euros de presupuesto ordinario y unos 22.000 para la gestión de las prácticas.

No parece mucho.
—La gestión de las facultades es más un problema de ideas que de presupuesto. Si tienes ideas estrafalarias, el presupuesto siempre se quedará corto. Pero bueno, el dinero importa.

¿Ser decano es compatible con una docencia en condiciones?
—Sí. Me gusta mucho la docencia. Si te eligen como decano, hay que cambiar el chip. En mi caso, por la mañana hago de decano y por la tarde hago de docente. Eso sí, he tenido un profesor asociado que ha hecho una parte de mi docencia. El problema no sería ése, sino que cada año eres más viejo, pero los alumnos son siempre igual de jóvenes.

¿Los alumnos llegan a la universidad con tantas deficiencias como se dice?
—El problema es que una parte de la población está orgullosa de no saber a nivel general y eso se está trasladando a la universidad. Existe como una conciencia de tener muchos derechos y pocos deberes, cuando ambos están ligados. Algunas doctrinas pedagógicas han extirpado el saber del sistema escolar. Y las familias parecen más preocupadas por el aprobado de sus hijos que por el hecho de que aprendan. El saber ha dejado de ser un factor de ascensión social.

¿Qué le ha quedado pendiente?
-He tenido dos decepciones. Propuse un grado de Lenguas Modernas. Hay un grado de Estudios Ingleses, pero no uno de Lenguas Modernas. Hay comunidades no turísticas que lo tienen. No se me hizo caso. También estoy frustrado por la situación de la biblioteca de la facultad, deficiente en espacio, infraestructuras, novedades bibliográficas o aplicación de nuevas tecnologías para la consulta.