Jiménez explica que «empezamos hace unos años en un garaje de 30 metros cuadrados en Ávila con un robot de segunda mano. Ahora tenemos una nave de 4.000 metros cuadrados en la misma provincia, 60 trabajadores y más de 20 robots. La idea es llegar a los 50 en 2025».
Nagami produce mobiliario, elementos de interiores y piezas de gran formato, de momento hasta 3 metros y medio de alto, para arquitectura, arte, diseño y decoración, todo ello con plástico reciclado proporcionado por proveedores. Jiménez señala que «reciclamos nuestros propios desechos y producimos bajo demanda, no acumulamos stock. La impresión 3D es automatizada, eficiente, sostenible, económica y rápida. No creamos prototipos, sino productos. El color y la textura vienen determinados por el propio plástico reciclado».
El CEO de Nagami indica que «ya hay casas impresas en 3D, pero son muy elementales. Con piezas ensamblables, podemos llegar a un nuevo concepto de prefabricado más flexible y que permite la personalización. No sé cuándo, pero llegaremos a imprimir casas propiamente dichas en 3D. De hecho, ya tenemos un proyecto de investigación para viviendas con diferentes tipos y acabados de plástico. Conectando módulos, se pueden hacer viviendas de mayores dimensiones. Todavía no podemos competir con el ladrillo, pero es por una cuestión de escala. Sí tenemos en construcción un pabellón para eventos y exposiciones que se ubicará en Suiza».
Para Jiménez, «no hay límites para lo que yo llamo la artesanía digital, con la que puedes diseñar un objeto e imprimirlo en la otra punta del mundo. Esta tecnología está empezando, está naciendo, pero calculo que en cinco años la impresión 3D tendrá una presencia brutal en muchos ámbitos. Podremos imprimir hasta barcos e interiores de aviones. Será una industria mucho más sostenible que a su vez arrastrará al diseño y contribuirá a su enriquecimiento formal. Cambiará la manera de producir y consumir».
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Yo quiero una
Reciclar o morir. Lo ideal sería reciclar localmente esos plásticos.