Jaume Plomer se mudo con sus alumnos desde séptimo de primaria a la ESO en el instituto.

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No existen listados oficiales, ni en la Conselleria d'Educació ni en los principales sindicatos educativos de Baleares, en parte debido a la burocracia española que ha ido solapando una tras otra las leyes educativas que redefinen su figura, pero los cierto es que los últimos maestros de la EGB que decidieron pasarse a los institutos para impartir primero y segundo de ESO con la entrada en vigor de la Ley Orgánica General del Sistema Educativo (LOGSE) se están jubilando a marchas forzadas en las Islas.

Con ellos se extingue un modelo de maestro, en el que los conocimientos pedagógicos primaban sobre los académicos, que ha jugado un papel clave en los primeros cursos de la enseñanza obligatoria a una edad especialmente sensible para las personas: la preadolescencia. Para ser profesor de instituto hoy hay que haber cursado un grado universitario superior de cualquier especialidad (Física, Matemáticas, Filología, Filosofía, Bellas Artes, Historia, Traducción...) y el Curso de Aptitud Pedagógica (CAP) o el más reciente máster de profesorado. Los titulados en Magisterio o en Educación Primaria que han hecho un postgrado en Audición y Lenguaje o de Educación Especial pueden asistir a los alumnos en los institutos sin tener una licenciatura o grado superior de una especialidad no educativa. Son los grandes aliados de los estudiantes con necesidades educativas especiales (NESE) y herederos de aquellos maestros que hace 25 años nadaron entre dos aguas en el que se conoce como uno de los mayores cambios educativos que se han vivido en España.

La EGB no era un modelo exclusivamente español, también estudiaban con ese sistema países como Chile, Argentina o Ecuador. En España se estableció legalmente en el año 1970 como parte del sistema educativo franquista. La enseñanza era obligatoria hasta los 14 años. Dos décadas después, en 1990, se aprobó la Ley Orgánica General del Sistema Educativo (LOGSE) que hizo desaparecer la EGB e implantó la Enseñanza Secundaria Obligatoria hasta los 16 años.

A los titulados en Magisterio que daban clase a los alumnos de séptimo y octavo de EGB (12-14 años) se les dio la opción de mudarse con sus alumnos a los institutos de secundaria si así lo deseaban. Aproximadamente la mitad de los maestros prefirieron seguir como hasta entonces y la otra mitad apostaron por el cambio.

Dolors García aún recuerda perfectamente haber votado en el claustro de profesores a favor de que los alumnos de séptimo y octavo de EGB pasaran a cursar la ESO en los institutos. «Entonces estaba en el colegio Nuestra Señora de Uialfàs y voté sí, pero creo que fue un error porque es una edad que está en un inpás entre la niñez y la adolescencia (para unos más que para otros) y eso era algo que estaba más controlado en las escuelas de primaria. En los colegios eran los mayores y podías jugar con eso. En el instituto son los pequeños y ven comportamientos de los mayores (fumar, beber…) que no deberían ver a esas edades en el entorno escolar», relata.

Dolors García, eligió quedarse en la primaria cuando se implantó la ESO.

García votó a favor del cambio de modelo, pero decidió seguir ejerciendo como maestra en primaria. Nunca se ha arrepentido. «La relación con adolescentes es muy difícil y no sé si la habría sabido llevar bien. Es cierto que mis alumnos habrían sido de las mismas edades (12-14 años) pero veo los problemas que se dan ahora en los institutos con comportamientos disrruptivos que antes en la primaria estaban más controlados», reflexiona la tutora del colegio público Miquel Duran i Saurina de Inca.

El caso de Jaume Plomer, profesor en el IES Guillem Cifre de Colonya en Pollença muestra justo la otra cara de la moneda. En el momento del cambio, él decidió mudarse con sus alumnos a la secundaria. «Es complicado explicar por qué decidí irme, porque realmente no hay un motivo lógico ni sensato. Entonces llevaba dando clases de Educación Física 10 o 12 años y tenía ganas de hacer un cambio y fue un cambio completo de materia y de alumnado. Yo había estudiado el Magisterio de Ciencias y desde entonces he sido profesor de Ciencias en el instituto», relata.

Igual que Dolors García, Plomer nunca se ha arrepentido de aquella elección. «No me he arrepentido. Yo tenía a los alumnos en séptimo y octavo y los conocía. Es cierto que es una edad complicada, pero tampoco es nada del otro mundo. Son chavales normales. También es cierto que la situación de Pollença es ‘anómala', hay un buen ambiente de profesorado y también del alumnado, es un alumnado sensato y tranquilo, no tenemos grandes conflictos que sí se dan en otros sitios más complicados», dice.

Jaume Plomer tiene actualmente 58 años y Dolors García los cumple el próximo mes de abril. Ambos prevén jubilarse durante el próximo curso escolar (2025-2026).

Con más de 35 años de experiencia García y Plomer pueden responder con conocimiento de causa a una pregunta básica que sobrevuela la cabeza de muchos de aquellos hijos del babyboom que se formaron en la EGB. ¿Salen los alumnos ahora mejor o peor preparados? La respuesta, como lo fue su elección a finales de los noventa, no es fácil ni unánime.

«Un alumno de la ESO no aprobaría hoy un examen de EGB pero un alumno de EGB tampoco aprobaría la ESO», tienen competencias distintas en sociedades completamente distintas, reflexiona el profesor de secundaria.

Para la profesora de primaria «el nivel de conocimientos ha bajado muchísimo». «El nivel de contenido, conocimientos generales y exigencia al alumnado sigue bajando y ya rozamos el aprobado general. Actualmente los maestros nos sentimos muy cuestionados. Cualquier suspenso hay que razonarlo, buscar la manera de que el alumno no suspenda y eso es algo que con la nueva ley todavía ocurre más. En teoría hay que adaptar el currículum para que el alumno pueda aprobar, para que pueda ser competente, pero no sé hasta qué punto es competente», se pregunta.

Si en algo coinciden ambos sectores es en que no todos los males de la enseñanza actual o de la pasada son achacables únicamente a la educación escolar. La sociedad ha cambiado radicalmente desde los años ochenta y muy especialmente en el siglo XXI con el avance y uso de los dispositivos de tecnología inteligente que se ha disparado con la pandemia.

«Los alumnos actualmente tienen otras habilidades, especialmente tecnológicas, pero el conocimiento, la memoria, el rendimiento y la atención han caído en picado. No solo ha cambiado la educación, también ha cambiado la sociedad, el entorno y sobre todo la tecnología. Es difícil que tengan paciencia, que no se frustren… La mayoría no saben gestionar la frustración», dice Dolors García.

«Si ahora a un niño se le hace un examen de hace 25 años seguramente diría que no salen igual de preparados, pero a nivel de capacidades y de conocimiento de la vida moderna tecnológica están mejor preparados los de ahora. No tienen el mismo nivel o capacidad de trabajo o sufrimiento que tenían antes. Enseguida les viene un poco grande», reflexiona Plomer. «La EGB te exigía más ítems memorísticos y ahora trabajamos más a nivel competencial. La idea es aprender a pensar. Algunos alumnos se sienten muy bien en el sistema actual, a otros los ves y piensas: Este alumno estaría mejor en la EGB», añade.

La EGB constaba de ocho cursos de escolarización obligatoria divididos en tres ciclos: inicial (primero y segundo), medio (tercero, cuarto y quinto) y superior (sexto, séptimo y octavo). Si no se repetía ningún curso (era raro tener repetidores antes de octavo curso) finalizaban con 13 o 14 años. En el último diclo de la EGB las asignaturas eran Lengua española, Lengua vernáculo (el catalán en Baleares) y Lengua extranjera, Matemáticas, Ciencias Naturales, Sociales, Arte y Pretecnología, Religió o Ética y Educación Física.

Una vez finalizada la EGB los alumnos podían entrar a trabajar como aprendices en un oficio o bien continuar sus estudios cursando Bachillerato Unificado Polivalente (BUP) o la entonces pionera formación profesional, muy minoritaria en la época. El BUP constaba de tres cursos y era en el tercero en el que los estudiantes tenían que elegir entre un itinerario de ciencias, uno de letras o uno mixto. Una vez aprobado el BUP los que querían ir a la universidad cursaban el Curso de Orientación Universitaria (COU) que preparaba para pasar la Selectividad.

La aprobación de la LOGSE no solo sustituyó la EGB por la ESO sino que implantó la Formación Profesional. Incluyó además un nuevo enfoque en los currículum escolares reduciendo la memorización de contenidos y mejorando la atención a la diversidad educativa.