Federico Leguizamo, en su despacho de la Universitat de les Illes Balears. | Pilar Pellicer

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Psicología y deporte, especialmente el de alto nivel, van muy de la mano en los tiempos recientes, siendo dos escenarios compatibles que evolucionan para el bienestar de los protagonistas. Dándole una vuelta de tuerca, y con el contexto de la pandemia como punto de partida, Federico Leguizamo Barroso (Mar del Plata, Argentina, 1988) dio forma a su tesis doctoral, presentada ante el Departamento de Psicología de la Universitat de les Illes Balears, en la que estudia y analiza cómo los atletas de alto nivel y élite son capaces de afrontar y superar situaciones de estrés vinculadas a situaciones como el confinamento o lesiones de gravedad. Formado a caballo entre la UIB, Salamanca y Estados Unidos, la psicología del rendimiento humano ha sido su eje de trabajo.

¿De dónde surge su inquietud por analizar estos comportamientos en un segmento como el deportivo?
Soy jugador de rugby, aunque me gustan todos los deportes, por lo que me especialicé en psicología deportiva. Mi pregunta a resolver o desgranar en la tesis era si los deportistas se enfrentan a situaciones complicadas de manera continua, cuáles son las respuestas que generan y les permiten llevar y soportar ese ritmo tan complejo. Hay que recordar que se estima que 1 de cada 30.000 deportistas, generalizando en todas las modalidades, acaba en la élite, y aunque la vida de un deportista, llamémoslo de segunda categoría o no profesional, no sea la misma, se dedica igual sin estímulos como premios, reconocimientos o las facilidades de los que se dedican 100 % a esto.

¿Cuál fue el espectro analizado y qué situaciones se encontraron?
Investigamos con deportistas de diferentes niveles competitivos, desde olímpicos y casi amateurs, con el fin de saber cómo afrontaban una lesión de gravedad. El estudio vinculado al COVID fue más cuantitativo, con más muestras y cuestionarios, viendo que en esos meses de confinamiento presentaban un buen estado emocional y psicológico. Eso nos impulsó a realizar entrevistas más personalizadas, ya fuera del periodo de pandemia, con el fin de saber cómo afrontaban y experimentaban las lesiones. Es cierto que el confinamiento pudo ser parecido a una lesión. Había impedimentos y adaptaciones, como tener que correr en escaleras, nadadores que improvisaban simuladores… Quisimos ver cómo se adaptaron y cómo se reflejaron en su rendimiento.

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¿Qué importancia tiene el entorno del deportista en un momento así?
Nos dimos cuenta de la influencia del entorno. Ese apoyo podía ser de un entorno cercano, del staff técnico o médico principalmente, además del personal o familiar. Los que pudieron tener el apoyo de todas estas ‘patas’, disfrutaron de un periodo de recuperación más llevadero. Algunos deportistas lesionados reportaron maltrato por alguna de estas figuras en momentos de lesiones. Se les acusaba de un umbral de dolor bajo, principalmente, yendo contra el bienestar físico o psicológico.

¿Tienen una capacidad superior de adaptación a las adversidades?
Se han encontrado situaciones en las que los deportistas era resilientes y otras en las que hubo dificultades, demostrando que tienen el mismo grado de dificultades psicológicas que las personas de a pie, o incluso peor. Por la presión que arrastra consigo el mundo del deporte y más el profesional. Esa exigencia o presión existe. Imagínese lo que es estudiar, trabajar y hacer deporte de alto nivel a la vez. Eso conlleva gran exigencia y ahí tendrán mejores perspectivas los que tengan un mejor contexto, favorable y que te permita superar las necesidades.

¿En qué punto marca las diferencias un buen equipo técnico a la hora de prevenir o superar lesiones?
Los deportistas, por norma general, ya tenían estrategias favorecedoras y positivas. Nosotros contactamos con centros de alto rendimiento, que ya tienen un psicólogo y ese apoyo extra a nivel físico y técnico. Escuchándoles, analizando y viendo sus contextos, vimos que su gran apoyo es el equipo técnico. Con ellos, trabajamos el fomento del apoyo social y les hicimos ver la relevancia de ofrecer un ‘feedback’ hostil que podía ser contrario al objetivo a conseguir. A través de su intervención psicológica se pueden revertir muchas situaciones adversas.

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¿Hasta qué punto pudo pasar factura la pandemia a nivel de secuelas posteriores?
Hicimos una foto de muchos deportistas, más de 300, de diferentes países y niveles. Y lo que vimos era su estado psicológico con valores normales, concluyendo de ese momento del confinamiento la identificación de alteraciones del sueño, consecuencia de modificar sus rutinas, aunque al final no se veía alterado ese necesario descanso. No sabemos si les generó bienestar o largo plazo o no, pero lo que sí sabemos a ciencia cierta es que la pandemia fue algo terrible para todos. Aunque la gente supo sobrellevarlo, pese a no ser ni un aprendizaje ni una manera de reforzar.

Habla de técnicos o entrenadores, ¿cree que conviene cribar o regular esa figura tan de moda como es actualmente la del ‘coach’?
Por un lado, el psicólogo es un profesional prudente, mientras que el ‘coach’ lanza respuestas directas. Y eso le viene bien a mucha gente, que busca soluciones o ideas inmediatas. Lo que sabemos es que cada persona tiene un contexto único y en lo que hacemos énfasis es en facilitar contextos y estrategias para que la gente tenga acceso a recursos acordes a sus necesidades. Es un mundo difícil y competitivo, pero por desgracia hay gente que quiere aprovecharse de ello. Nosotros pretendemos aportar que hay que cuidar el entorno deportivo y ser conscientes de los mensajes que damos. Los entrenadores transmiten valores, pero a veces se contaminan y hay que propiciar un entorno sano. Si a un deportista le gritas o le tratas mal, seguramente no le irá bien. Se atrae mejor a las abejas con miel que dando palos. Lo formativo y lo competitivo no debe tener diferencias, aunque sí sabemos que el alto nivel competitivo es más hostil por la exigencia que conlleva.

Sus investigaciones, además, pueden tener impacto o recorrido en otras facetas como el mundo empresarial o el de los emprendedores…
Ambos se comparan en ocasiones con el del deporte, e incluso se cuenta con deportistas como modelos de inspiración, motivadores, compartiendo mensajes. Las ‘startups’ que triunfan son las que tienen un entorno más favorecedor. El análisis funcional de la conducta permite estudiar y transmitir estas enseñanzas a las empresas para favorecer el bienestar y el rendimiento.

Durante este trabajo, ¿hay algo que le haya llamado especialmente la atención a la hora de analizar los comportamientos?
Me sorprende el ser humano. Si con una cosa he disfrutado, ha sido de trabajar con deportistas y entender su vida ante situaciones de gran impacto. Los hay que sobrellevan estas situaciones bien y te sorprende. Pero también el punto intermedio, ese deportista amateur o aficionado, te sorprende gratamente porque sabe gestionar su día a día, con familia, trabajo… El deporte te da muchas cosas, más allá de la salud, es un facilitador de contextos y situaciones. Por ejemplo, hemos visto a gente con diagnósticos médicos o lesiones graves que pueden llevar a retirarte, pero se esforzaba pese a no tener ganas de nada. Algunos tenían acceso a un psicólogo y eso les ayudó a la hora de afrontar esas situaciones. El ser humano se adapta a situaciones que no somos capaces de imaginar. Al deportista, en este caso en concreto, hay que cuidarle en todas sus facetas. Por ejemplo, ahora la figura del fisioterapeuta o el psicólogo deportivo resulta básica a día de hoy, como complemento al trabajo físico o técnico.