Gestionar la Empresa Funeraria Municipal, no debe ser sencillo. Recién llegado al cargo, ¿cúales son sus objetivos?
—Estamos intentando recuperar los valores tradicionales. Tenemos un sitio con una arquitectura, jardines y escultura maravillosa y aunque la mayoría llegan aquí en un momento de mucho dolor, queremos ofrecer un espacio agradable para abrazar y acompañar, para estar en familia. El cementerio de Tril·lo (ese el es nombre original del cementerio de Palma) es un grandísimo museo con una cultura y bagaje artístico importante.
¿Qué servicios ofrece?
—Prestamos todos los servicios desde el punto de vida de atención al ciudadano. Tenemos un equipo muy especialista y entregado. Fundamentalmente el valor de la funeraria municipal tiene que ver con la profesionalidad, adaptación a la normativa y por un tema de ética. Esto no es un negocio. Un servicio de inhumación por ejemplo cuesta unos 800 euros y de cremación 600 pero nos encargamos también de trámites, velas, flores, coches, preparación de cuerpos, esquelas…
¿Cual es su volumen de negocio?
—Facturamos en torno a 10 millones de euros al año..
¿Están cambiando las costumbres de enterramiento?
—Sí. Lo cierto es que las cremaciones ya están en torno al 60 % y el resto son enterramientos. También hacemos repatriaciones de cuerpos. La nuestra es una gestión propia y pública y tenemos la intención de que siga así. No tenemos intención de privatizar. Podemos ofrecer un servicio muy bueno con un personal muy cualificado y desde el ámbito público sin lugar a dudas.
Empresas de fuera de Mallorca están comprando algunas funerarias de Mallorca. ¿Ofrecen ustedes sus servicios también a otras empresas del sector?
— Sí. Funerarias de toda Mallorca utilizan el horno crematorio y en estos momentos tenemos capacidad para asumirlo. También tenemos disponibilidad de todas las tipologías de enterramiento (tumbas, nichos, columbarios…)
¿Qué cambios veremos a corto plazo?
—Estamos muy centrados en mejorar y recuperar espacios del cementerio, en que se creen zonas de descanso con vegetación. Queremos que el cementerio sea un sitio abierto. Cuando se construyó en el año 1821 era un sitio alejado de la ciudad. Hoy en día estamos rodeados por la ciudad. El parque de la Riera prácticamente acaba aquí, para mi el nuestro es el ‘parque de la esperanza' porque es un museo maravilloso y un espacio de paz. Te puedes abrazar y pasear. Sobretodo encontramos en él un personal muy humano. Para mi lo importante es dar respuesta a las necesidades de la gente. Que la gente tenga paz en un momento de mucho dolor, para que pueda despedirse y recordar a sus familiares.
¿Está cambiando la forma en la que vivimos la muerte?
—Sí. Hay un cambio de tendencia importante. Antes con la muerte acababa todo. Ahora somos cada vez más conscientes de que queda lo que dejas. El cementerio puede ser un sitio de esperanza y de futuro.
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