Una trabajadora achicando agua en la entrada de la zona de salidas del aeropuerto. | Teresa Ayuga

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El diluvio caído sobre el aeropuerto de Palma inundó el acceso a centro y torre de control y mantuvo aislado durante una hora al equipo de controladores aéreos que debían haber sido relevados por el siguiente turno. Lo ocurrido el pasado martes puso a prueba las instalaciones aeroportuarias y evidenció -entre otras muchas cosas- la necesidad de disponer de accesos adecuados a su centro de trabajo, estos últimos precarizados por el proyecto de reforma en Son Sant Joan, según denuncia el colectivo de controladores.

«Nunca había visto algo similar», señala la portavoz de los controladores, Beatriz González, para explicar que además de la treintena larga de controladores hubo otros trabajadores aislados con otras funciones (mantenimiento de equipos, gestión de afluencia...), si bien «el nuestro sea tal vez el personal con un papel más crítico».

Los controladores se quejan de que el proyecto de reforma de AENA eliminará el acceso actual a torre y centro de control y los sustituirá por un recorrido compartido con los usuarios, algo que no supondrá una mejora, si no todo lo contrario, ya que dificultar las entradas y salidas de los controladores a su centro de trabajo en lugar de hacerlo más fluido. «Si con un acceso no compartido ya tuvimos estos problemas el martes, imagina cómo será cuando se tenga que compartir con los pasajeros».

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A pesar del caos generado en instalaciones interiores y exteriores, González considera que «se actuó con rapidez y se gestionó todo con bastante eficiencia» teniendo en cuenta la situación. La tormenta se formó en la zona de aproximación, justo en la entrada a la isla y un poco antes de que los aviones sean detectables a simple vista. No es solo que la pista, completamente inundada, reuniera condiciones suficientes para hacer del aterrizaje una operación complicada y arriesgada, sino que además la visibilidad era prácticamente nula para los pilotos. «Nos decían que no podían aterrizar porque no veían ni la pista».

En esas circunstancias, eran los propios pilotos los que deciden si abortar o no la maniobra. En caso afirmativo el aeropuerto se pone en contacto con los aeródromos más cercanos a fin de habilitar una alternativa. De esta manera, hasta 25 aviones fueron desviados a Menorca, Eivissa y El Prat de Barcelona, provocando la saturación en la plataforma de aterrizaje de este último aeropuerto.

Las dificultades se agravaron aún más cuando la lluvia inhabilitó los equipos de ayuda a la aproximación que hay en tierra (ILS, del inglés instrument landing system), concretamente uno para cada una de las dos pistas de aterrizaje. Al fallar este sistema -quedó totalmente inundado- la torre de control debe espaciar las operaciones para hacer las maniobras más seguras.