Una camarera de pisos haciendo una cama en un hotel. | M. À. Cañellas - M.A. CAÑELLAS

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Los hoteleros de Baleares se encuentran inmersos en el análisis de posibles estrategias para combatir el que se ha convertido en uno de los problemas capitales del sector: la falta de mano de obra, y en especial, mano de obra cualificada. La creación de un plan de pensiones para sus trabajadores, una fórmula que el sector de la construcción ha sido el primero en explorar, es una de las iniciativas en la que se está depositando más interés por parte de los departamentos de Recursos Humanos (RRHH) de la hostelería balear.

En ese sentido, se considera que un plan de pensiones sectorial supondría un ingrediente clave en el saco de alicientes que los hoteles pretenden introducir en sus ofertas laborales a fin de captar y mantener mano de obra, cada vez más escasa y a la vez más inquieta y reacia a permanecer en un mismo puesto de trabajo durante mucho tiempo.

Con la incertidumbre siempre sobrevolando sobre el futuro de las pensiones públicas en España, la idea es ofrecer un incentivo a la vez que un instrumento de seguridad para los empleados, que dedicarían en torno a un 3 % de su salario para un plan de pensiones planteado como un derecho consolidado. Es decir, que el empleado lo mantendría en caso de que dejara su puesto de trabajo por otro del mismo sector.

La aseguradora WTW organizó hace unas semanas un encuentro en Palma con los directores de RRHH de una cincuentena de hoteles de las Islas, entre ellos gigantes del sector como Iberostar, Meliá, RIU o Barceló. Juan Carlos Tárraga, responsable de Viajes & Turismo de WTW España, asegura que hay un consenso generalizado entre los directores baleares en que «se trata de una medida que mejora la propuesta de la empresa al empleado, fideliza y motiva». Así, señala que «se ve con buenos ojos», aunque recuerda que la decisión final le corresponde al CEO de cada empresa.

En cualquier caso, destaca el valor de una medida que se implementaría «en un momento en que el Gobierno sigue dejando en un interrogante qué es lo que va pasar con las pensiones». Eso, subraya Tárraga, constituye un acicate para la creación de planes sectoriales, ya que «facilita un ahorro complementario a la jubilación». Además, «los empleados perciben que la empresa se preocupa por su bienestar a largo plazo y tienden a mostrar mayores niveles de motivación y compromiso».

Por otro lado, tanto pequeñas como grandes cadenas comparten problemas muy parecidos, también en la cuestión de la mano de obra. Las principales conclusiones al respecto tras la última temporada son las mismas: los trabajadores perciben el empleo en el sector como una salida poco atractiva, con falta de glamour, dificultad de conciliación y pocos beneficios. «No hay planes de carrera, falta ilusión y motivación», explica Tárraga.

Al añadido de la competencia de torso sectores -la falta de mano de obra es un problema intersectorial, por lo que la oferta abunda mucho más que años atrás-, en el caso del Archipiélago hay que sumar además el problema del coste de la vivienda.

Plan de pensiones aparte, otras de las medidas sobre la mesa pasan por beneficios como seguros de salud o tíquets de restaurante. Destaca de manera especial, asimismo, la idea de implementar beneficios «a la carta»: es decir, que se establezca una política de «escucha activa» de los trabajadores para tomar en consideración sus preferencias y necesidades y diseñar unos puestos de trabajo adaptados a los requerimientos de una y otra parte.

De hecho, muchas empresas ya han normalizado como función entre su plantilla de un supervisor del bienestar emocional del conjunto de los trabajadores, como ha hecho, por ejemplo, Iberostar. No tiene por qué corresponderse con un cargo específico, explica Tárraga, sino que suele asignarse a un empleado con una psicología o empatía especial y de buena relación con el resto de empleados. Un rol estratégico que se suele ubicar en mando intermedios.