Un momento del pleno del Consell celebrado este jueves. | M. À. Cañellas

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Si algo se pudo sacar en claro del Debat de Política General del Consell de Mallorca es que no hay comunicación entre los miembros del gobierno y la oposición. Cada uno suelta su discurso sin escuchar al otro más que para apuntar algún detalle que le sirva como complemento de la réplica. Sin caer en esa nostalgia edulcorada de que los políticos de antes eran mucho mejores que ahora, como desmitifica la filósofa Clara Ramas en El tiempo perdido. Contra la Edad Dorada. Una crítica del fantasma de la melancolía en política y filosofía, es cierto que ha habido un cambio a peor. Así lo confirman los periodistas más veteranos. Se trata de un fenómeno global que se extiende por la política local, el último bastión en el que todavía prima el valor de la cercanía.

Los líderes insulares, por mucho que se lo repitan así mismos hasta la saciedad, ya no cuentan para los electores, que cada vez votan más en clave estatal. De hecho, probablemente ni los conozcan. Las muecas y posados forzados, más propios de una sitcom norteamericana que de un pleno que siguen unas 30 personas en línea, delatan que la intención es posar ante las cámaras para conseguir un vídeo de la intervención más dura contra su adversario. ¿El objetivo? Colgarlo rápidamente en las redes sociales y alimentar la rabia de los feligreses. Y si comparten y comentan, mejor, que el algoritmo premia el conflicto. Así lo hacen todos durante el pleno. Si no lo creen, revisen sus perfiles de X; verán que los clips se publicaron durante la sesión.

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El abuso de la escenografía, como define el periodista Guillem Martínez, abarca a todo el espectro político, sin excepción, aunque la derecha está bastante más en forma. En estas sesiones tan largas también es muy común que los políticos introduzcan en sus discursos datos y referencias medio ciertas o directamente falsas, sin contexto. El aluvión es tan grande que a los pocos medios que todavía tienen capacidad de mandar a un redactor les cuesta digerir y plasmarlo en un espacio o tiempo limitado.

A eso se suma el nulo interés que generan estos eventos, y de ahí que algunos políticos intenten hacer creer que «la política es la forma más eléctrica de la vida», como dice Martínez. No, no lo es, y menos si los asuntos que se tratan no tienen ninguna trascendencia para la vida de la ciudadanía, como fue el caso del pleno de este jueves. Esto entronca con la desacralización de la política: los votantes, especialmente las nuevas generaciones que son nativos democráticos, ya no creen que la política tenga capacidad de mejorar sus vidas, como señalaba en un artículo el politólogo Oriol Bartomeus. Eso obliga a disputar la atención del elector, y la mejor manera es a grito pelado y en las redes. No es de extrañar, pues, que personajes como Alvise medren en lo virtual. También se da que muchos políticos no pasan del titular, por lo que quizás no lean este artículo que incita a repensar el diálogo de besugos en el que se han instalado.