Eva con su pareja y suegra durante su estancia en Sevilla

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Sin bebida, sin comida y con la incertidumbre de cómo podrá volver a su tierra. Esta es la situación que tuvo que vivir Eva Valera, originaria de Mallorca, el pasado domingo en la madrugada en el aeropuerto de Sevilla a la hora de coger su vuelo a Palma tras unas vacaciones con su pareja y su suegra. Y es que un avión que en teoría iba a salir a las 23:35 de la noche acabó retrasándose a largas horas de la madrugada hasta que al final salió al día siguiente a las 7:55. Durante ese tiempo, los pasajeros no tuvieron disponible ni comida ni bebida y la compañía, en este caso Ryanair, no parecía dar una explicación clara de por qué se estaba retrasando el vuelo ni cuando podrá reanudarse.

«A las nueve de la noche ya estábamos allí para llegar a tiempo para nuestro vuelo, que salía a las 23:35 horas. Parecía que todo iba bien, hasta que, cuando llegamos al finger, justo antes de entrar al avión, la tripulación nos dijo que no salía el vuelo y que debíamos volver a la terminal para pedir información», explicaba Eva en declaraciones a este diario, a lo que añadía que, en ese momento, la única explicación que le daban era que el vuelo se había «pasado de horas».

El verdadero infierno no llegó, sin embargo, hasta el momento en que llegaron a las zonas de salida, donde los pasajeros del vuelo realizaron una larga cola para pedir explicaciones de lo que estaba ocurriendo con su vuelo. «Nadie tenía ni idea de lo que estaba ocurriendo. En un principio nos dijeron que el avión no salió porque el Aeropuerto de Sevilla dejaba de operar a la 1:00, pero también nos dijeron que ha sido por obras en la pista de Palma o que el retraso se debe a la falla de Microsoft. A día de hoy no sabemos muy bien la razón», declara Eva. Igualmente, la mallorquina también ha querido destacar que desde Sevilla no pudo ni pedir la compensación económica ni poner ninguna denuncia a Consumo hasta que llegó a Palma, pues solo podían hacerlo los nativos de allí a través de documentos de la Junta de Andalucía.

A ese caos que se generó se sumó, quizás, el factor que hizo que la espera se convirtiera en inaguantable para la mayoría de pasajeros: la falta de comida y bebida: «La compañía nos dio cuatro euros para comer y beber, pero de pocos nos sirvieron porque en la madrugada todos los establecimientos del aeropuerto están cerrados. Fue un drama porque había ahí niños lactantes que necesitaban leche de biberón y las madres no podían dárselo. Había incluso gente que intentó pedir en Glovo pero no llegó nada ». En ese sentido, Eva destaca que desde Ryanair no se les facilitó comida o bebida propia para solventar la situación: «Lo único que puedo agradecerle es a la tripulación y a los trabajadores que estuvieron dispuestos a dejarnos de su propia agua».

Este largo tiempo de incertidumbre y hastío llegó a su fin tres horas después sobre las cuatro de la mañana, cuando llegó un autobús para acomodar a los pasajeros en un hotel hasta que el vuelo pudiera retomarse. Sin embargo, el merecido descanso tras la tensión aún parecía encontrarse lejano: «Tan solo llegó un autobús para todo el vuelo, por lo que tuvo que hacer varios viajes y muchas personas tuvieron que sentarse en el suelo del vehículo. Nosotras no llegamos a la habitación de hotel hasta las cinco menos cuarto». A esa situación se le debe sumar además que no solo todavía no les habían comunicado próximas fechas de vuelo, sino que la aplicación iba cambiando constantemente el horario. «El vuelo iba cambiando de las 13:00h del mediodía, a las 07:55 de la mañana, a las 8:05 de la mañana, etc.». En total creen que les llegaron a cambiar hasta cinco veces de hora.

Así, tras una hora en el hotel, donde tampoco se les ofreció ni agua ni comida, el autobús pasó a recogerlas a las 5:50 horas de la madrugada para coger un vuelo que saldría a las 7:55 horas, lo cual supone más de siete horas de retraso sin una clara justificación desde la hora original. «Al llegar al aeropuerto nos dieron ocho euros para desayunar ya que no nos habían dado ni una triste botella de agua durante todas las horas que estuvimos allí. No pudimos probar bocado hasta que llegamos a Palma».

Finalmente, tras su llegada a la capital balear, Eva no dudó en acercarse al puesto de Ryanair para reclamar su compensación económica e interponer una reclamación a la compañía como hicieron la inmensa mayoría de pasajeros que pudieron en el aeropuerto de Sevilla: «A la llegada del Aeropuerto de Palma nos acercamos a la oficina de Ryanair para solicitar los documentos pertinentes para poner una reclamación a Consumo y también a la aerolínea a través de internet. Lo que vivimos fue un auténtico despropósito por parte de la compañía y falta de humanidad».