El psicólogo y divulgador Alberto Soler ofrece este jueves una charla en Palma | Oscar Corrons

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Alberto Soler (Valencia, 1982) es licenciado en Psicología, tiene un master en Psicología Clínica y de la Salud y cuenta con más de 15 años de experiencia. Es la cara visible del videoblog de divulgación 'Píldoras de Psicología', con más de 400.000 seguidores y miles de reproducciones diarias en YouTube. En la actualidad compagina la dirección de su centro privado de psicología para adultos y niños en Valencia, con la publicación de libros, al tiempo que imparte charlas y conferencias sobre educación y crianza. Este jueves ofrecerá la ponencia inaugural del programa de sensibilización en el ámbito educativo What’s Up! Com vas de salut mental, que organiza 3 Salut Mental en el Caixaforum de Palma, a partir de las 18.00.

¿La salud mental de los jóvenes ya es un problema de salud pública?
Lo es desde hace un tiempo. Y los datos, desgraciadamente, lo demuestran. La tasa de suicidio de niños y adolescentes, las hospitalizaciones y las consultas en el área de salud mental infanto-juvenil no han dejado de aumentar en todo el país. Y hay una fecha clave: la pandemia de coronavirus. Hay un antes y un después y ha dejado una huella muy profunda en los más jóvenes que todavía no hemos terminado de conocer a fondo.

En Baleares, la saturación del departamento de psiquiatría infantil del hospital de Son Espases, por ejemplo, ha pasado de ocasional a crónica. En 2021, por ejemplo, las hospitalizaciones aumentaron un 50 por ciento. Algo estamos haciendo mal...
Más que buscar culpables y problemas, es importante poner el foco en entender el momento en el que estamos y si se están destinando los recursos necesarios para atajar esta situación. Hay que decirlo muy claro: existe un problema de salud mental entre nuestros niños y adolescentes. Ya no es como antes, que se creía que o no existían o eran casos aislados o, simplemente, anecdóticos. Si actuamos, podemos evitar males mayores.

¿Se está fomentando el bienestar emocional en las aulas ante el crecimiento de los trastornos en los entornos escolares, como la ansiedad y los síntomas depresivos?
Por supuesto, si comparas la situación en las aulas ahora con hace 20 años. Los planes de estudios lo incluyen y hay una mayor preocupación, con charlas y conferencias a los más jóvenes, pero en mi opinión, se puede hacer más. Le pongo un ejemplo: no tiene ningún sentido la cantidad de deberes ni los horarios que hay en secundaria, van en contra de los biorritmos de los adolescentes.

¿Qué recomendación daría usted?
En lugar de empezar a las 8 horas, como sucede ahora, yo retrasaría la primera clase a las 9 o un poco más tarde. Es lo razonable cronobiológicamente. Los estudios demuestran que el rendimiento mejoraría, en especial, en las primeras horas de clase.

En la charla que ofrece este jueves va a hacer hincapié en la importancia de la salud mental en niños y adolescentes y cómo las aulas pueden ser un lugar clave para detectar problemas emocionales, ¿existe la receta para evitarlos?
No existe la receta mágica, solo pinceladas. Abordaremos cómo docentes y familias pueden apoyar a los jóvenes, la diferencia entre diagnósticos y etiquetas, también tocará temas como el impacto de las redes sociales, el bullying y el cyberbullying. Es importante lograr un uso racional de la tecnología entre los más jóvenes, sobre todo en los centros escolares.

¿Quién tiene que educar, los padres o los profesores?
Toda la sociedad debería hacerlo, todos deberíamos ser agentes educadores. La parte más importante de la educación la tienen los padres, por supuesto, que deben educar pero también instruir educativamente; lo mismo sucede con los educadores.

No deja de repetirse que los docentes han perdido esa figura de autoridad que tenían. ¿De quién es culpa?
A ver qué entendemos por figura de autoridad. ¿Hablamos de esos profesores del pasado que infundían temor? Mejor así, la verdad. Creo que los docentes no han perdido autoridad, es algo peor, han perdido la confianza de muchos padres, que ahora tienden a sobreproteger a sus hijos. Y eso es muy grave. Echar la culpa de todo lo que sucede a tu hijo a un profesor es un fracaso. Muchos quieren ahora que la educación sea una competición; nuestros niños tienen que ser los más competitivos, los mejores, es una visión muy individualista. Y no ayuda a nadie, muchos menos a nuestros jóvenes.

Deberes, extraescolares... ¿queremos convertir a los niños en seres tan productivos como nosotros?
Hoy en día parece una competición, a ver qué niño puede hacer más cosas. Y a los niños hay que dejarles ser niños; que estén tranquilamente tirados en el sofá no es una pérdida de tiempo. No todos los estudiantes necesitan los mismos deberes, y está demostrado que generan desigualdad. Beneficia más a los alumnos de familias pudientes que a los de entornos más humildes. A estos, que sus padres llegan a casa muy tarde porque tienen uno o dos trabajos, no les da tiempo material a inmiscuirse en la educación de sus hijos porque, muchas veces, no son capaces de ayudarles. En cuanto a las extraescolares, son muy positivas si se respeta el descanso de los chavales y se tiene en cuenta sus intereses. Si son un apéndice de la escuela, vamos mal encaminados.

¿Qué hacemos con los móviles y las nuevas tecnologías? ¿Les ponemos límites?
A nadie le gusta hablar de prohibir, pero si prohibimos que los adolescentes conduzcan o consuman alcohol antes de los 18 años, por qué no poner límites al uso de móviles o redes sociales. Hace falta una regulación seria y valiente porque nos estamos enfrentando a un auténtico problemón del que no conocemos todavía su auténtica dimensión.