Juanmi Ferrer, nuevo presidente de CAEB-Restauración Mallorca en su local de Playa de Palma, Ginger Beach.

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Acaba de ser elegido para suceder a Alfonso Robledo al frente de la patronal CAEB-Restauración Mallorca. Juanmi Ferrer (Palma, 1970) encara esta nueva etapa con el objetivo de dar respuesta a los principales desafíos del sector: falta de mano de obra, baja productividad y una temporada que no ha sido tan positiva como se esperaba. Y de paso acabar con la instrumentalización política a las que se les somete, se queja, con las guerrillas de terrazas.

¿Qué retos tiene en mente como presidente de la patronal de la restauración con más asociados?
El primero es analizar cómo ha ido la temporada y las bajadas de facturación que se han producido en Baleares, pero también en otros partes de España y más sitios. Hay que entender qué está pasando, si hemos perdido competitividad, si la inflación ha sido tan grande que el paquete turístico de avión y hotel ya se lleva el 80 % del presupuesto de los viajeros... Que en un año de récord tengamos estos resultados no hace más que asustar.

¿Puede ser que en Baleares se nos haya ido la mano subiendo precios?
Por los otros sectores no puedo hablar, aunque puede ser que por convenio hayan subido los costes de personal, que lo haya hecho también el pago en tributos, la electricidad... En nuestro sector ponderamos los precios en base a la subida de la materia prima, que es lo más significativo aparte de los otros incrementos que he mencionado. Tenemos que ser más competitivos, porque todo se ha encarecido y si el aceite de oliva está al precio que está eso repercute directamente en nuestros costes y lo notamos enseguida.

¿La falta de personal ha sido más acuciante que la temporada pasada?
Se está acentuando. Lo que nosotros mantenemos es que debe haber una dignificación del oficio. La restauración no puede ser el último recurso, aquello de que si no te va bien en la vida siempre puedes ser camarero. Un camarero tiene que estar cualificado y tener esa vocación de servicio. No pueden venir a trabajar en contra de su voluntad, hace falta recuperar ese orgullo de pertenencia al sector. Y sobre todo formar, formar y formar. Eso es algo fundamental. Y si añades el factor inmigración, que es imprescindible para disponer de mano de obra en las Islas, entonces tenemos que duplicar esa formación, porque en caso contrario vamos a acabar dando un peor servicio.

¿Cómo casa su situación con el recorte de la jornada laboral que se está negociando entre Gobierno, patronales y sindicatos?
Nos afectaría muchísimo. Si ya no encontramos suficiente personal para cubrir las plazas que tenemos... Eso se traduciría en menos meses de contratación y cotización. En que si una persona iba a abrir un segundo restaurante, igual se lo piensa dos veces porque no le sale a cuenta. Si ya estamos metidos en una tormenta directa y ahora le añadimos al cóctel una jornada reducida, lo que tendremos es una doble DANA.

Lo ve imposible, entonces
En la hostelería hay una serie de meses en los que es completamente inviable. Nosotros tenemos el convenio más caro de España y si reducimos la jornada eso creará más decrecimiento que crecimiento, porque la gente ya se verá más desmotivada para hacer inversiones. Puede ser realmente muy perjudicial para el modelo de hostelería en Mallorca.

Ha manifestado que no cree que haya masificación en las Islas. ¿De verdad lo cree así?
Creo que hay masificación en momentos y zonas muy concretas. Por ejemplo, cuando hay efecto nube en el centro de Palma o en el Port de Sóller. Hay masificación cuando hay mal tiempo y un cielo nublado y todos los turistas de zonas costeras se concentran en Palma. Hay masificación cada mañana en la vía de cintura a las ocho o las nueve de la mañana. Hay masificación camino del aeropuerto. También en todas las calas que antes eran tranquilas y que ahora de repente han aparecido en Instagram o en otras redes sociales y se han llenado de gente. Pero si me preguntas por Magaluf, Palmanova o Platja de Alcúdia, no es que estén como siempre, sino que hay incluso menos gente. Son las playas que no salen en Instagram.

Otra de sus quejas es que con frecuencia se instrumentaliza políticamente a su sector.
Es muy importante acabar con la demonización del negocio de la hostelería y que este sea el arma arrojadiza entre partidos políticos. Eso de que se juegue continuamente con las terrazas y con la seguridad jurídica de los empresarios, en plan ahora sí vale y ahora no... Estos se tiene que acabar. Consideramos que es un bien social y patrimonial y, si me apuras, te diría que hasta paisajístico si lo hacemos bien. Además, somos vecinos igual que el resto de los habitantes del barrio; somos donde los vecinos dejan las llaves, donde dejan un recado, donde quedan con alguien antes de subir a su casa. Somos los baños públicos de los ayuntamientos, porque no hay apenas baños públicos en Mallorca. Y estamos contentos y agradecidos de serlo, pero hay que poner todo esto en valor.