Voluntarios surfeando con su 'paddle traw' para recoger microplásticos en la costa. | Ricard Covisa

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El plástico en los mares es, sin duda, uno de las problemáticas marinas más graves y acuciantes a resolver en todo el mundo. Así lo demuestran las grandes islas de plástico formadas a lo largo de los años y que pueblan la mayor parte de los océanos del mundo. Aunque todavía no existe algo así en el Mediterráneo, sí que es cierto que la presencia de este material es especialmente elevado en sus aguas, por lo que es necesario una monitorización constante de su expansión para saber cómo actuar y las posibles consecuencias de su presencia en las zonas costeras, un lugar de difícil acceso para la mayoría del equipo científico usado para monitorear el mar. De esa forma nació Surfing for Science, una propuesta de ciencia ciudadana que, además de medir la densidad de los microplásticos en las zonas más cercanas a la costa, pretende involucrar a la ciudadanía para que tomen conciencia de esta problemática a través del paddle surf, el método que emplea el proyecto para recoger las muestras.

Aunque a día de hoy esta iniciativa está presente en Cataluña, País Vasco y Baleares, lo cierto es que todo comenzó en un aula de la Universidad de Barcelona con un Trabajo de Fin de Grado en 2018 sobre la investigación de los microplásticos en el mar. «Ese trabajo intentaba buscar llenar un vacío en la investigación de estos materiales en nuestras aguas, porque hasta ese momento solo se habían hecho muestreos de forma puntual y a mar abierto. Quedaba realizar une investigación semirregular de la variabilidad y cantidad de estos plásticos en zonas de baño, donde es quizás donde la gente sentirá más los efectos negativos de estos materiales», explica Oriol Uviedo, coordinador del proyecto a nivel estatal.

Un 'paddle traw' en el Port de Pollença. Foto: Arrels Marines

Dicho trabajo, a pesar de que no marcaba de forma concreta cómo se tendría que realizar esta investigación, sí que ya marcaba la herramienta esencial con la que se recogerían las muestras una vez en el mar: el «paddle trawl». «Es un elemento que ya existe, pero lo hemos hecho más ligero para que pueda ser arrastrada fácilmente por un paddle». Y es que, tal y como explica Uviedo, finalmente este trabajo evolucionó en 2020 en una iniciativa basada en la recogida de microplásticos en las zonas de poca profundidad por parte de voluntarios. «En 2019 hicimos el primer muestreo en una playa de Barcelona a modo de mi propio TFG y vimos que a la gente le interesaba mucho. Así, vimos la oportunidad de no sólo cubrir ese vacío informativo, sino también de involucrar a la gente con una actividad que al final es atractiva como puede ser el paddle surf».

La iniciativa llega a Mallorca

Así, desde 2020 hasta ahora esta iniciativa se ha ido expandiendo por toda la costa española, empezando por Cataluña, el País Vasco, y finalmente Baleares con la incorporación de cuatro puntos de recogida repartidos entre Mallorca y Menorca a lo largo de 2023. «Queríamos aterrizar el proyecto en Mallorca porque nos interesaba mucho saber el flujo de transporte de plásticos entre las islas y la península, porque observamos que muchos de estos materiales que se originan en Tarragona, una de las zonas con más industria petroquímica del sur de Europa, se llegan a acumular en el norte del archipiélago».

Es de esta manera que, con la ayuda de las asociaciones marinas de Baleares Save the Med, Arrels Marines y con la Escuela de Vela de Puerto Portals, Surfing for Science logró trazar dos rutas en la isla de Mallorca: una en Puerto Portals y otra en la bahía de Pollença. Las entidades encargadas de cada zona son las responsables de buscar los voluntarios que serán los encargados de, cada quince días, barrer la zona con sus «paddle trawl» para acumular la mayor cantidad de microplásticos posibles. Después, una vez recogidas las muestras, las mismas se envían a la Universidad de Barcelona para su posterior análisis, el cual arroja datos como la densidad de estos materiales en dicha zona, su movimiento y la tipología.

Voluntario remando en kayak en Pollença. Foto: Arrels Marines

«Tampoco podemos dar datos muy concretos porque no llevamos mucho tiempo en Baleares. Lo que sí podemos decir es que ocurre un poco igual que lo que sucede en Cataluña: hay una cantidad notoria de fragmentos de microplásticos, que van desde tampones hasta botellas. Lo que más nos ha sorprendido es que tanto en Cataluña, País Vasco y Baleares hay bastante cantidad de césped artifical, del cual hicimos un estudio aparte», explica Uviedo.

Por su parte, Sergio Ruíz, biólogo marino de la asociación Save the Med, una de las entidades que participa en esta iniciativa en Mallorca, señala que se trata de un gran paso para poder atacar una «problemática ambiental importante». «El Mediterráneo es uno de los mares con mayor concentración de plásticos del mundo, ya que es una cuenca semicerrada con poco intercambio. La cantidad que hay solo en nuestro mar es equivalente a la densidad de una de las famosas islas de plástico que viajan por los océanos».

En ese sentido, Ruíz destaca que la cantidad de microplásticos en la costa balear es «muy elevado», siendo los productos cosméticos, confeti, balines de armas de juguete y sobre todo los ‘pellets’ (pequeños plásticos usados para hacer muchos objetos de uso cotidiano) lo que más se suelen encontrar. «Los pellets son especialmente peligrosos, ya que son digamos el plástico virgen que sale de las fábricas y que se emplea para crear todo tipo de objetos. Alrededor de un noventa por ciento de lo que encontramos pertenece a esta categoría, y suelen provenir normalmente de barcos cargueros que han perdido el equipaje durante su travesía en el mar».

Finalmente, Uviedo ha querido recalcar que, a pesar de que se traten de materiales de pequeña envergadura (concretamente unos 5 milímetros como máximo), los microplásticos pueden ser no solo un grave problemática para la vida marina, sino que también puede convertirse en un problema de salud pública para los propios humanos. «Estos materiales pueden causar ahogamiento o muerte por inanición a los animales marinos pequeños, que pueden llenarse el estómago de este material. También hay que tener en cuenta que la mayoría de ellos tienen químicos integrados que pueden alterar los ciclos reproductivos. Y es que además también puede ser peligroso para los humanos, porque estudios recientes apuntan de que pueden actuar como reservorios de bacterias que pueden transmitir enfermedades como el E. coli, que puede venir de las heces humanas que terminan en el mar».