Su estancia en Washington le transformó a usted y a su familia. ¿En qué ha cambiado el país desde que se marchó?
Lo ha hecho especialmente a partir del momento en el que las redes sociales han profundizado en la división política de los norteamericanos, un fenómeno que ya existía, y que se traduce en esa incapacidad de los dos partidos para pactar. Cada ciudadano vive en su propia pantalla y los medios tradicionales se han fragmentado mucho pese a conservar audiencias. Luego apareció Donald Trump, un mago de la comunicación que ha entendido que los hechos cada vez son menos importantes y lo que cuenta es el relato sobre los hechos. Trump no habla para que le entiendan, sino para que le escuchen desde el estómago. Usa un lenguaje que puede entender un alumno de cuarto de Primaria y que apela a las emociones negativas. Siempre señala un culpable: los inmigrantes o el establishment, y él siempre es el salvador. Esta división entre buenos y malos, que ya existía, con Trump explotó definitivamente. Ese es el gran cambio que ha habido.
Y se ha extendido por todo el mundo.
Sí, aunque había un procedente muy similar: Berlusconi. Un multimillonario que entra en política para solucionar sus problemas personales y no los de la gente. La extrema derecha gana posiciones en toda Europa. Pero sí, cuando los norteamericanos inventan algo en comunicación política todos quieren copiarla porque son efectivos. Debemos preocuparnos ante el ascenso de alguien que consigue ser presidente a base de mentiras.
¿La sociedad podría acabar siendo indiferente a este tipo de propaganda?
Si te refieres a que es una moda pasajera, es posible, y ojalá lo sea, pero la capacidad de transmitir un mensaje muy corto que impacte y te lleve a votar, pensar o comportarte de cierta manera sí que ha venido para quedarse.
Tras vivir tantos años en el extranjero ¿adquirió algo del carácter norteamericano?
Lo que me llevé es la idea de que cuando quieres algo hay que ir a por ello. ¡Go for it! El empuje y autoestima que tienen para hacer cosas les hace ser muy competitivos, y eso es bueno, pero acaban siendo terriblemente competitivos. Por eso son los primeros que fueron a la luna o han inventado Facebook. A la larga, sin embargo, es malo porque dejan atrás a muchos. Yo quiero ser europeo; estamos en el mejor de los mundos porque combinamos democracia y estado de bienestar. Allí esto no lo tienen y su sistema está concentrado en un espectro político que va de la extrema derecha al centroderecha con toques de centroizquierda. La izquierda ha desaparecido de la vida política norteamericana.
Algo que también ocurre en el resto de países, cada uno con sus particularidades.
Estados Unidos es un sistema capitalista y ha habido una derechización de las izquierdas, que se han pasado al centro. También en Europa, con la tercera vía de Tony Blair o el PSOE. Aun así, allí es muy acusado porque la democracia, el capitalismo, el dólar y Dios van juntos. Y los factores de corrección del capitalismo son menores. España es el séptimo país del mundo con mayor esperanza de vida, mientras que Estados Unidos está en el puesto 49 aunque en sanidad gastan per cápita más del doble que nosotros. Es un escándalo. Además, solo tienen 15 días de vacaciones, tres de permiso por maternidad y pagan menos si te despiden. En condiciones normales, sin embargo, un norteamericano empieza su jornada a las 9 y acaba las 17 horas. Si se queda más tiempo significa que no ha cumplido como se espera.
Las encuestas prevén unos resultados electorales muy igualados entre Kamala Harris y Donald Trump. Si pierde él, ¿habrá otro asalto al capitolio o más conflictos?
Media América no cree que eso pasara porque dicen que eso no salió en los canales de televisión que siguen y Trump dice que no tuvo nada que ver con eso y cuando se ha referido al tema habla de «manifestación reivindicativa». Los hechos han dejado de ser importantes. Pueden tener episodios muy desagradables si pierde Trump, pero la arquitectura institucional norteamericana es muy sólida. Hasta donde sé, no veo al ejército dando apoyo a un golpe de Estado ni a la clase política reconociendo a un presidente que haya perdido, como quiso Trump. La democracia prevalecerá, pero sufre.
¿Qué pasará con Israel o Ucrania?
Trump está diciendo que si los judíos no le votan están locos porque si no lo hacen Israel desaparecerá en dos años. Harris quizás haría algún gesto para intentar neutralizar a Netanyahu, pero no en plenas elecciones. Netanyahu se está aprovechando de esto.
En clave local, podríamos decir que la investidura de Salvador Illa concluyó el Procés. ¿Cómo lo ve?
Catalunya tiene un gobierno socialista, pero no quiere decir que el independentismo haya desaparecido. De hecho, es clave para la gobernabilidad de Catalunya y España. Tiene fuerza política. Las más de dos millones de personas que votaron el 1 de octubre no han abdicado de sus ideas. Otra cosa es que los partidos hayan dado una respuesta tan pobre a sus inquietudes y que eso les haya llevado a la oposición. Illa ha leído bien que la sociedad catalana necesitaba descansar en un rellano de la escalera; no se pueden vivir diez años con esa intensidad y siendo protagonista de la historia cada día. El presidente es consciente y tendrá que hacer equilibrios.
Visto con perspectiva, ¿los periodistas catalanes no fiscalizaron suficientemente a sus políticos?
Cuando la noticia afecta a tu país es muy difícil hacerla porque hablas de lo que le pasa a tus vecinos, amigos y familiares. Son sentimientos. Me es muy fácil hablar de Estados Unidos, pero me es más difícil hacerlo sobre Catalunya. Esta autocrítica la asumo. Pero ya le gustaría a cualquier cadena de televisión de España el nivel de independencia profesional que en general ha tenido TV3 incluso durante los años del Procés. Si ahora revisamos los informativos de aquella época quizás veríamos cosas que se podrían haber explicado de otra manera.
¿Quizás en las tertulias?
Siempre ha habido una presencia de personas que no pensaban en clave independentista muy superior a la presencia de personas que están a favor de la independencia o de una España plural o plurinacional en las televisiones españolas. El periodismo catalán no es perfecto, pero no se le pueden dar tantas lecciones como algunos querrían.