Antónia Miralles y Julia Monge, fundadoras de la Associació Juguesca. | Jaume Morey

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Punto y final a un servicio pionero en las Islas. La Associació Juguesca echa el cierre tras 32 años de trabajo y ayudar a más de 2.000 usuarios y sus familias a luchar contra la ludopatía, la llamada adicción invisible. El motivo que han dado las fundadoras de la entidad, Julia Monge y Antònia Miralles, psicólogas y especialistas en adicciones, pasa por la falta de apoyo de institucional, la aparición de nuevos recursos en la Comunitat para las personas con problemas de juego y un cierto cansancio después de tres décadas de servicio.

El germen de Juguesca nació en 1992, como un centro de tratamiento de adicciones, cuando nadie reconocía la palabra 'ludópata', ningún servicio, público o privado, trataba las adicciones al juego, simplemente porque 'eso no existía', y estaba considerado un trastorno del control de los impulsos, junto con la cleptomanía y la piromanía. «Este era el nivel de abandono para las personas que sufrían esta adicción. Nosotras, que trabajábamos en aquel momento en el servicio municipal de drogas, y cuando intentamos tratar a algún paciente, nos dijeron que no estaba en la cartera de servicios», rememora Julia Monge, una de las fundadoras.

En este sentido, Antònia Miralles recuerda que en los 90 se emitió en TV3 un programa que ponía sobre la mesa los problemas que tenía mucha gente con el juego. Cuando terminó el programa, la centralita de la televisión autonómica se colapsó. Por primera vez se habló en alto de esta enfermedad. Poco después nacerían las primeras unidades especializadas en adicciones al juego, en el Hospital Universitario de Bellvitge, en Barcelona, y en el Ramón y Cajal de Madrid. En Baleares tardaría mucho más en llegar.

«Nosotras íbamos por aquel entonces a la Conselleria de Función Pública a presentarnos y ellos nos miraban como pensando 'pero estas dos de qué nos hablan y de dónde han salido'», apostilla. Pero qué iban pensar si en las Islas no existía ni una ley del juego autonómica; es más, la Comunidad fue de las últimas en contar con una norma específica junto con Ceuta y Melilla.

Monge y Miralles fueron muy activas a la hora de llevar al Parlament balear la aprobación de la ley del juego, también de su modificación posterior; también han formado parte de la Comisión del Juego de Baleares y de la Mesa Social del Juego de la Comunidad. «Hemos hablado con todo el mundo y mantenido contacto permanente con los empresarios del juego, porque siempre hemos tenido el mismo discurso: No estamos en contra del juego, pero hay que regularlo bien. ¿Y cómo lo íbamos a conseguir si en aquel entonces no había una ley siquiera?», apostilla la psicóloga Antònia Miralles.

El perfil del ludópata también ha evolucionado con los años: se ha pasado de los llamados 'jugadores puros', de los que jugaban a las máquinas tragaperras o a la ruleta de toda la vida y tenían problemas con el alcohol, en favor de polijugadores que apuestan por igual en red que de forma presencial en las salas de azar. Pero lo más problemático es que los nuevos ludópatas son cada vez son más jóvenes, presentan una patología dual, con algún tipo de trastorno psiquiátrico y adictos al juego.

La decisión de echar el cierre ha sido muy planificada, llevan dos años con ella en mentes. ¿Los motivos? «Es un trabajo que desgasta mucho; nos hemos cansado de que las instituciones nos den una palmadita en la espalda y se olviden de las subvenciones para los tratamientos; pero lo más importante: las UCAS, unidades de conductas adictivas, y tratan la ludopatía e, incluso, en 2020 Projecte Home Balears puso en marcha el programa Eureka, para tratar esta adicción. Nos vamos tranquilas y con la cabeza alta porque las personas con problemas con el juego tienen servicios que les ayuden. Ya no están solas», finaliza Julia Monge.