Marian, Olivia, María, Juan, Luís, Carmen, Esther, Francisco, Ismael, Sergio... estas son algunas de las caras de la crisis de la vivienda. | R.L.

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Mientras en Madrid el domingo miles de personas se lanzaban a las calles en protesta por la vivienda, planteando incluso una huelga de alquileres, la crisis habitacional de Mallorca no le anda a la zaga. Por desgracia, ha sido muy fácil encontrar afectados por un mercado de alquiler desquiciado que tiene efectos a nivel económico, social, psicólogico e incluso en la maternidad. Éstas son sus historias.

Francisco Díaz (40 años)

Con dos hijos, Francisco reconoce que tiene la suerte de vivir «en una casa heredada. Aquí es imposible comprar, por eso este viernes me voy a Asturias. Voy a adquirir una vivienda en Cudillero para luego ponerla en alquiler. Es una inversión pero pienso en el día de mañana, igual nos vamos de la Isla». Afirma que «mis amigos se piensan lo de tener hijos. A mi hermano le suben el alquiler y no encuentra nada por menos de 1.200 euros en Lloseta. Tendría que haber un tope de precios».

Sandra (31 años)

«La subida de precios es tan abusiva que es insostenible», sostiene esta joven, que reconoce que no se imaginaba seguir compartiendo piso a su edad. «Creía que algún día viviría sola o podría comprar. Intento ahorrar pero no llego». Paga por una habitación 500 euros y advierte que la situación general «provoca problemas de salud mental». Con estos mimbres, ni ella ni sus amigas se plantean la maternidad. Un drama generacional que pega una dentellada en la pirámide demográfica y que tendrá consecuencias.

Carmen y Luis (26 y 24 años)

«Hace dos años que vivimos con mis padres», cuenta Carmen. Aunque son de Inca, hasta allí ha llegado la fiebre del alquiler, con pisos que ya se cotizan a 1.000 e incluso 1.500 euros. «Espero una casa del Ibavi desde hace tres años, pero nos dicen que hay lista de espera de ocho». Carmen afirma que «nos gustaría tener hijos, hace seis años que estamos juntos, pero así no podemos». Se fueron a una agencia inmobiliaria pero «nos dijeron que somos pobres y que tenemos que irnos de la Isla. No podemos ni comprar ni alquilar».

Juan Barceló y María Marqués (77 y 70 años)

Reconocen que ellos no sufren ningún problema de vivienda pero sí ven lo que causa a su alrededor: «La culpa es del alquiler turístico». Se preocupan por sus cuatro nietos, no saben si podrán quedarse en la Isla «salvo que hereden». Uno de sus hijos está de alquiler pero no puede cambiar de vivienda. Y quieren construir una pequeña casa en un terreno familiar, lo que podría ser una solución, «pero cuesta un mínimo de 400.000 euros por los materiales. Es carísimo».

Esther Julia López (54 años)

De origen colombiano, tiene nacionalidad española y lleva en la Isla desde el año 2000. «La vivienda está horrorosa». Tanto que comparte piso con su marido, la familia de su hermana (tres personas) y su hijo (casado, con una niña). En total, ocho personas y seis nóminas para un piso de 1.800 euros.

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Pablo (30 años)

Tiene una niña de dos años y su mujer está embarazada. «Es imposible que nos cambiemos de vivienda», afirma, mientras lamenta que ya están al límite, con un alquiler de 950 euros. «Ahora nos piden por un piso de dos habitaciones 1.200 euros. Somos médicos de la sanidad pública y no nos podemos permitir una vivienda en Mallorca». Sufren la inestabilidad laboral y un sueldo base de 1.300 euros sin guardias. Con guardias sus jornadas son de 70 horas a la semana. La idea de irse de la Isla planea sobre sus cabezas: «Hay viviendas nuevas en otras ciudades de la Península un 60 por ciento más baratas».

Ismael Velázquez (33 años)

Ismael (en la imagen circular) logró comprarse un piso en Son Armadams hace tres años, gracias a la conjunción de astros, aquello que todo el mundo espera. Por un lado su madre afrontó la entrada del piso y por el otro «encontré una ganga, dos señoras viudas querían vender para irse a la Península, en época de COVID y bajaron mucho el precio», explica. Aún así Isma apenas gana 1.300 euros, con una hipoteca de 550 al mes más los gastos cotidianos y los imprevistos. «Alquilo habitaciones, sino no podría», confiesa.

Sergio Revert (32 años)

Se independizó con su novia de aquella época, a los 21 años, cuando apenas ambos ganaban 450 euros. Sergio Revert lo cuenta por comparar. Ahora tiene 32 y tras varios meses de buscar junto a su actual pareja, viven en Bunyola, «en un piso pequeño aunque barato por el mercado actual, a 650 euros el alquiler». Y reconoce que han tenido suerte, a los 30 minutos de publicar el anuncio, los dueños ya habían recibido diez llamadas. Pese a todo, saben que para comprar «habrá que irse de la Isla o esperar a que nuestros padres mueran y poder heredar»

Olivia Marín (24 años)

Como muchos mallorquines se fue de la Isla para estudiar en Madrid, donde vivía hasta el año pasado en una habitación por 550 euros. En verano debía enfrentarse de nuevo al quebradero de cabeza que es encontrar piso en la capital: «llegó un punto en que dije ‘no vuelvo’ y ahora vivo en casa de mis padres mientras hago un máster a distancia y busco trabajo».

Marian López (24 años)

Hasta hace un mes Marian vivía en España. Originaria de Son Ferriol, estudió en Madrid y se decidió a buscar empleo allí. Sin embargo, «el abuso» de los altos alquileres y los bajos sueldos en la capital la han hecho desistir: «He llegado a ver anunciados verdaderos zulos: habitaciones sin ventanas ni ventilación y hasta baños dentro de la cocina».

Tras «malvivir» en diferentes pisos en Madrid se ha mudado a Copenhague: «Me he ido por las malas condiciones de vivienda y laborales y porque estaba harta de tener que vivir con tres personas o mis padres. Y mi caso es de los mejores, conozco gente que vive con diez personas y con una cocina y dos neveras».